domingo, 24 de marzo de 2013

Emaús



La meditación del Camino de Emaús, es la reflexión de la experiencia de la fe y cómo esta debe madurar. En ese camino lleno de situaciones inesperadas, el hombre se experimenta sólo, huérfano y lleno de sentimientos encontrados. Su corazón esta distante de la realidad trascendente que lo antecede y busca de alguna forma encontrar nuevas razones para continuar creyendo.

Emaús es el símbolo del hombre que busca a toda costa pruebas, evidencia, certezas que le permitan decirle al mundo que las cosas son reales y evidentes, que tenemos hechos y datos que verifican nuestras acciones, que somos fruto de realidades concretas que advierten la presencia personal y única de un ser humano hecho a imagen y semejanza de su “Creador”.

Emaús inicia como un camino de desesperanza, de derrota, de oscuridad y pérdida de identidad espiritual, para transformarse en la buena noticia del amor de DIOS que, firmes en los consejos evangélicos y en la llama que vive en el corazón, destruye las dudas y los temores para salir al encuentro con la vida y transformar todo aquello que queremos.

Emaús, es librarnos de las vendas que obstruyen nuestro camino de regreso al Padre, es experimentar el calor incandescente de la verdad que se anima en nuestro corazón, es conversar de manera personal y decidida con la palabra hecha carne y experimentar el reto de aceptarla, sin limitaciones ni reparos.

Emaús, es encontrarnos con la revelación de lo trascendente, de lo invisible y percibir la fuerza del amor que todo lo abarca y lo nutre con su fuego y calor. Ser discípulo de Emaús, es la responsabilidad de anunciar, aún en medio de nuestras tibiezas, la palabra que transforma y renueva nuestros corazones y sueños; ese mensaje fuera de nuestra realidad fría y superficial que nos invita a “vaciarnos de sí”, para ser luz en medio de los inesperados  giros de la vida.

Emaús, es la meditación la fe que se construye desde la obra negra de nuestra humanidad doliente y caída, desde los vestigios de las contradicciones humanas, nuestros propios deseos y las pasiones desordenadas. Emaús, es un signo de alegría, el anticipo en la tierra de la vida sin límites que nos espera al final. Emaús es una vida centrada en el servicio, en el darse, que le permite entender como suyo el reto de la eternidad.

Emaús, es la compuerta escondida a la luz de todos, para que muchos la puedan ver, pero no todos la puedan superar. Es la expresión de nuestras vidas enfrentadas, que dividen al hombre y lo hacen más vulnerable para encontrarse con la Gracia. Emaús, no es otro encuentro con la verdad hecha vida, sino la conjunción del eclipse de nuestras limitaciones, con el fuego que renueva y purifica, ese horno que funde todo cuanto ingresa para ser uno con la verdad.

Emaús, es esa agua termal medicinal que nutre la fe, el baño de la esperanza que apaga nuestras dudas, el encuentro inexplicable que anima el corazón. Asistir al camino de Emaús, es dejarme llevar por el amor, para transfigurarme en la promesa misma de DIOS.

El Editor

Referencia:
San Lucas 24, 13-35  

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