domingo, 25 de noviembre de 2012

Dos historias



Dos mundos se encuentran, dos historias se unen, dos desprendimientos ocurren. Eso es lo que pasa cuando dos personas unen sus vidas para asumir el reto de encontrarse a diario y apoyarse mutuamente para “ser ayuda idónea el uno para el otro”. Si estos eventos, no ocurren, particularmente el desprendimiento, habrá distorsiones importantes que no podrán superarse, toda vez que la falla es estructural en uno de los participantes, afectando las promesas de vida que han pactado en el momento de su unión.

El desprendimiento humano es algo necesario y natural, no por eso deja de ser doloroso y afectivamente desestabilizador. En este sentido, se requiere que la persona encuentre un espacio para meditar y movilizar sus propias ideas, frente al hecho mismo de su nuevo estado, para encontrar la salida que le permita zarpar a conquistar las nuevas aguas profundas que le exige la vida y sus retos personales. Mientras más se demore en el puerto, más complejo será el proceso para abordar su nueva realidad.

Saberse ahora acompañado en la existencia por un compañero de camino, que mira vida de manera diferente a ti, es una experiencia que recompone tus propios valores y creencias, para construir unas nuevas basadas tanto en tu visión del mundo, como la de tu acompañante. Es decir, el discurso de la historia que inicia, ahora se cuenta con un guión que se modifica con la experiencia de ambos, como una construcción colectiva que no busca darle la razón a unos o a otros.

Entender que el desprendimiento de mi anterior realidad, de mis amigos, de mis paisanos, de mis compañeros de trabajo y hasta de mi familia, es un proceso que todos surtimos en la vida, y por tanto, nos debe asistir en la construcción de la nueva oportunidad que ella nos da para sacarnos de la zona de confort y lanzarnos a madurar en aquellos aspectos que requerimos para alcanzar un nuevo nivel comprensión del mundo y su retos.

Cuando logramos superar el sinsabor inherente que existe en el ejercicio de desprendimiento, podemos saborear nuevos manjares que el mundo nos brinda, nuevas sensaciones que antes no habíamos experimentado, nuevos rumbos de fe que nos motivan a conquistar temores y miedos ocultos en nuestro corazón. En pocas palabras, desprenderse en un acto de liberación e independencia personal, que declara la conquista de la inercia del hombre viejo y se lanza a vivir las promesas dinámicas y provocadoras del hombre nuevo.

La unión de dos historias y el desprendimiento propio de cada uno de sus protagonistas, es la concreción del llamado divino del “dueño de la vida” (cualquiera sea la idea que tengas de él) a una vida en abundancia, que “deja de lado el arado personal” y se lanza hacia el mundo, para definir su propio destino, su “propia parcela”. En consecuencia, no es posible contar una nueva historia juntos, sin sentir la “espina de amor”, sin la experiencia de vivir de la incertidumbre y el abandono, una vocación de encuentro que dos entienden para consumar un sello único y perpetuo con la gracia de DIOS.

El Editor 

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