Por estos días se habla en
diferente medios sobre el surgimiento de una nueva era, la terminación de un
ciclo universal, de transformaciones y cambios, que advierten a la humanidad
entera un nuevo comienzo en el ciclo de la evolución humana. Si bien, muchas
versiones científicas refutan las consideraciones de hombres sumergidos en
meditaciones y reflexiones espirituales, sobre cataclismos y abruptos cambios,
lo cierto es que estamos en un momento de la humanidad, donde estamos
regresando, luego de nuestro viaje fuera de sí, hacia un retorno acelerado
buscando una vida interior.
Los ciclos humanos se abren y
terminan a diario, producto de muchas emociones y proyectos que permiten abrir
nuevas posibilidades y aprender con la experiencia de haberlos realizado. Los
ciclos de renovación del hombre, están atados a sus sueños y realizaciones, a
los retos y condiciones que le exigen encontrar nuevas formas de pensar y
encontrarse consigo mismo.
El viaje de regreso que se
plantea en este momento de la humanidad, es una marcha que desde las diferentes
vistas religiosas se ha planteado a la largo del tiempo. Por una parte la
búsqueda permanente de iluminación de los Budistas, un encuentro espiritual con
la fuente superior de conocimiento, por otra los Hindúes, en su afán de
liberación y paz interior para superar el “sufrimiento”, los Cristianos donde
la figura de Cristo, es sanador y liberador interior, fundamento de la
transformación del hombre viejo en hombre nuevo, y tantas otras donde la
búsqueda de verdades supremas nos muestra el vacío interior del hombre que
vuelve a su propio encuentro.
Los cambios del universo y
del planeta están sometidos a tiempos estelares y condiciones particulares que
aún no terminamos de entender. Nuestros antepasados dejaron algunas pistas de
estos eventos, no para inquietarnos, sino para indicarnos que existen
movimientos y fuerzas que nos permiten observar los periodos de transición y
cambio para renovar nuestra visión de la vida y comprender que hemos venido al
mundo, no para ver pasar las cosas, sino para hacer que las cosas pasen.
Como quiera que el hombre ha
pasado mucho tiempo fuera de sí, buscando respuestas en el contexto del mundo
creado, podemos comprender el notable afán de poder, tener y saber que consume
a esta generación, como signos visibles del ser exitoso, conocedor y libre que el
mundo proclama, cuando en su interior, el camino de abrojos y espinas lo
consume, erosionando sus anclas espirituales que lo condenan a vivir queriendo
amar y no poder hacerlo.
Las transformaciones que
estamos viendo en el mundo, los anuncios de grandes hambrunas, desastres
naturales y condiciones de climas extremos, no son otra cosa que consecuencia
de nuestras propias acciones, de nuestros deseos desordenados, de nuestros
propios egoísmos y pasiones desenfrenadas.
Pero no todo es adverso, existe en
nuestro interior la luz que hemos heredado desde antiguo, la fuente de
renovación natural que a diario espera por nosotros. En este nuevo
resurgimiento del viaje al interior de las verdades superiores, sea nuestra
mejor motivación, para transformar nuestra condición primitiva atada a lo
exterior y pasajero, para experimentar la fuerza de lo espiritual y
trascendente que permanece, cual fuego sagrado ardiendo sin extinguirse.
El Editor
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