Los reconocimientos son
expresiones que resaltan el desempeño “sobresaliente” que hemos tenido en uno o
muchos frentes de trabajo. Nótese que la calificación “sobresaliente” es una
elaboración humana totalmente caprichosa que obedece a una valoración intuitiva
y emocional, que aunque realizadas con criterios estandarizados, no deja de ser
una ponderación humana que está atada a una historia, una realidad y un
sentimiento propio del evaluador.
En este sentido, bien anotan
los textos sagrados que sólo en el sometimiento de nuestros propios deseos de “sobresalir”
podemos encontrar la paz y la armonía para nuestros corazones. El conocer y
definir nuestras propias luchas internas por prevalecer, nos permite encontrar
el justo medio griego que anima a la virtud para brillar en medio de un mundo
parcializado, ensombrecido por nuestros comportamientos mezquinos y sesgos
manifiestos.
“Sobresalir” es una palabra
que psicológicamente es requerida en cada ser humano para mantener un
equilibrio emocional y soportar su propia autoestima. Nadie conoce mejor al
hombre que el hombre mismo y su referente trascedente; nadie conoce mejor sus
deseos más profundos que su propio corazón y a quién este se lo quiera revelar
y, en este actuar, existe una línea invisible que cruza la verdad de sus contradicciones
y el temor de sus certezas.
Cuando sometemos a la fuerza
de la razón el ejercicio de “sobresalir” aflora nuestro propio querer y la
búsqueda de la verdad; una meditación profunda del hombre que describe el progreso
de su primitivo instinto atado a lo material, que se confunde con su
evolucionado espíritu que busca lo trascendente. En este escenario insólito,
dos fuerzas se hacen reales, dos contradictores se hacen evidentes, dos
realidades se encuentran para descubrir en medio de los aplausos y reconocimientos,
formas de mantenernos en el camino de la luz, sin distracciones ni dilaciones.
“Sobresalir” no puede ser una
condición permanente de los seres humanos exitosos. Si bien, es claro que
tenemos personas que hacen cosas que se distinguen entre la multitud, que con
su trabajo y esfuerzo transforman su realidad, también lo es, que cada uno de
ellos lleva en sí mismo un sello particular, una virtud especial que ha
descubierto y ha puesto al servicio de los demás. En este sentido, el “sobresalir”
deja de ser una elaboración humana, para experimentarse como una expresión
divina, esto es, potenciar la luz interior, para ser la sal que da sabor, que
da vida.
“Sobresalir” no tiene una
connotación mezquina o arrogante en sí misma, es una expresión humana que leída
en clave de servicio transforma y supera las expectativas de muchos y revela el
nivel de evolución que hemos alcanzado. Cuando los reconocimientos, aplausos y
lisonjas se vuelven la inercia de nuestros días, es necesario abandonarlos para
poder iniciar el recorrido hacia un nuevo nivel de exigencia, una nueva
transformación que te permita mudar tus viejas emociones, por nuevas
motivaciones y retos que hagan de ti, material disponible y dócil que se funda con
el universo.
El Editor