Somos imperfectos
por definición. Nuestra imperfección muchas veces es sinónimo de reproche, de
señalamientos y exclusión. La
imperfección en sí misma, es una oportunidad para descubrir aquello que
nuestras cegueras cognitivas nos impiden ver. Ser imperfectos implica
reconocer que siempre tenemos oportunidad para aprender y desaprender, que
estamos en proceso de reinvención permanente para construir momentos mágicos y encontrarnos
con los demás.
La imperfección es
una propiedad natural e inherente a la esencia humana. Los seres humanos
tratamos todo el tiempo de repensar el mapa del tejido social, para encontrar
nuevas formas de vernos y entendernos a nosotros mismos. Somos una especie que busca zonas inciertas para continuar expandiendo
sus reflexiones y abriendo oportunidades para seguir creciendo. La imperfección
con que logramos abordar estos nuevos territorios, es lo que define quiénes
somos y qué estamos dispuestos a hacer para lograrlo.
El Kintsugi, el
arte de reparar objetos roto con oro, es una técnica japonesa que busca
resaltar la belleza de la imperfección. Se
dice que un objeto en sí mismo no representa lo que es hasta que se rompe. Es
allí, cuando al repararse, al efectuar las costuras con esmalte especial
espolvoreado con oro, plata o platino, cuando se obtiene la belleza inherente
de ese objeto. Las fisuras dejan de ser objeto de rechazo y controversia,
para resaltarse como elemento de belleza y admiración (Sienra, 2019).
En la vida son nuestras cicatrices o imperfecciones
las que definen quiénes somos; cuáles son las sombras que aparecen, cuando
la luz de los reflectores del mundo se proyecta sobre nuestra mente, cuerpo y
espíritu. Las imperfecciones adornan nuestra propia existencia recordándonos
todo el tiempo nuestra necesidad de evolucionar y avanzar. No por ello, debemos dejar que tomen camino y se
apropien de nuestro destino, por lo tanto deben ser fundamento de nuestra reflexión
interior y conexión trascendente para superarnos a nosotros mismos.
Las imperfecciones
humanas son las que dan testimonio de lo vacilante de nuestra voluntad, de nuestra
incapacidad de ver más allá de lo visible, de nuestros egoísmos y juicios mal
fundados, en general de nuestra inclinación proclive a no reconocer al otro
como verdadero otro. No obstante, las
imperfecciones llevan en sí mismas el potencial de transformación, de
renovación, de reinvención, de magia interior que siempre está habilitado para
todos aquellos que estén dispuestos a salir de su zona cómoda, reconocerse a sí
mismos y dar la milla extra que requiere el mundo.
Desde la
imperfección es posible superar las trampas más recurrentes del mundo moderno:
la visión de escasez, la necesidad de la diferencia, el afán de protagonismo,
el deseo del desquite, la humillación activa y pasiva del otro, la demostración
de poder y el engaño como “maquillaje de la verdad”. Ser imperfecto es saber que tenemos oportunidad para desconectarnos de
estas trampas, para lo cual es necesario tener “atención plena”, “abandono de
nuestro ego” y “apertura frente a lo incierto”. De esta forma, no sólo
rompemos el molde de la lectura social vigente, sino que lo reconstruimos con
el “esmalte” mismo de nuestras propias conquistas personales para sanar,
restaurar y nutrir un nuevo paradigma de convivencia social: colaborar y
construir desde la sabiduría del error.
El Editor
Referencia
Sienra, R. (2019). Kintsugi, el arte de reparar
objetos rotos con oro. MymodernMet.
Recuperado de: https://mymodernmet.com/es/kintsugi-kintsukuroi/
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