domingo, 19 de enero de 2020

Imperfección

Somos imperfectos por definición. Nuestra imperfección muchas veces es sinónimo de reproche, de señalamientos y exclusión. La imperfección en sí misma, es una oportunidad para descubrir aquello que nuestras cegueras cognitivas nos impiden ver. Ser imperfectos implica reconocer que siempre tenemos oportunidad para aprender y desaprender, que estamos en proceso de reinvención permanente para construir momentos mágicos y encontrarnos con los demás.

La imperfección es una propiedad natural e inherente a la esencia humana. Los seres humanos tratamos todo el tiempo de repensar el mapa del tejido social, para encontrar nuevas formas de vernos y entendernos a nosotros mismos. Somos una especie que busca zonas inciertas para continuar expandiendo sus reflexiones y abriendo oportunidades para seguir creciendo. La imperfección con que logramos abordar estos nuevos territorios, es lo que define quiénes somos y qué estamos dispuestos a hacer para lograrlo.

El Kintsugi, el arte de reparar objetos roto con oro, es una técnica japonesa que busca resaltar la belleza de la imperfección. Se dice que un objeto en sí mismo no representa lo que es hasta que se rompe. Es allí, cuando al repararse, al efectuar las costuras con esmalte especial espolvoreado con oro, plata o platino, cuando se obtiene la belleza inherente de ese objeto. Las fisuras dejan de ser objeto de rechazo y controversia, para resaltarse como elemento de belleza y admiración (Sienra, 2019).

En la vida son nuestras cicatrices o imperfecciones las que definen quiénes somos; cuáles son las sombras que aparecen, cuando la luz de los reflectores del mundo se proyecta sobre nuestra mente, cuerpo y espíritu. Las imperfecciones adornan nuestra propia existencia recordándonos todo el tiempo nuestra necesidad de evolucionar y avanzar. No por ello, debemos dejar que tomen camino y se apropien de nuestro destino, por lo tanto deben ser fundamento de nuestra reflexión interior y conexión trascendente para superarnos a nosotros mismos.

Las imperfecciones humanas son las que dan testimonio de lo vacilante de nuestra voluntad, de nuestra incapacidad de ver más allá de lo visible, de nuestros egoísmos y juicios mal fundados, en general de nuestra inclinación proclive a no reconocer al otro como verdadero otro. No obstante, las imperfecciones llevan en sí mismas el potencial de transformación, de renovación, de reinvención, de magia interior que siempre está habilitado para todos aquellos que estén dispuestos a salir de su zona cómoda, reconocerse a sí mismos y dar la milla extra que requiere el mundo.

Desde la imperfección es posible superar las trampas más recurrentes del mundo moderno: la visión de escasez, la necesidad de la diferencia, el afán de protagonismo, el deseo del desquite, la humillación activa y pasiva del otro, la demostración de poder y el engaño como “maquillaje de la verdad”. Ser imperfecto es saber que tenemos oportunidad para desconectarnos de estas trampas, para lo cual es necesario tener “atención plena”, “abandono de nuestro ego” y “apertura frente a lo incierto”. De esta forma, no sólo rompemos el molde de la lectura social vigente, sino que lo reconstruimos con el “esmalte” mismo de nuestras propias conquistas personales para sanar, restaurar y nutrir un nuevo paradigma de convivencia social: colaborar y construir desde la sabiduría del error.

El Editor

Referencia
Sienra, R. (2019). Kintsugi, el arte de reparar objetos rotos con oro. MymodernMet. Recuperado de: https://mymodernmet.com/es/kintsugi-kintsukuroi/

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