domingo, 12 de enero de 2020

Arenas movedizas


Se suscitan movimientos en el mundo que invitan a ser ágiles, a quebrar los modelos establecidos y en general, a fluir tan rápido como se pueda para estar adelante y concretar posiciones privilegiadas en el ámbito de los negocios. Todo ello conlleva a crear un “superávit de futuro” que muchas veces embriaga al cerebro de información, dejándolo sin opciones para decir, ni acciones para ejecutar.

En el mundo de lo líquido, que no busca concretar inicios, sino constantes finales (Bauman, 2017), donde la sociedad de forma deliberada genera un marco de recompensas, para aquellos que se sienten cómodos con el cambio y con el incierto, ya que ahora todo terreno de estabilidad supone un campo minado de estancamiento (que es sinónimo de atraso y desventaja), se hace necesario mantener la calma para así no perder la vista periférica de lo ocurre y quedar atrapados en la vista de túnel que la ansiedad provoca (Vicent & Hitch, 2019).

Somos seres individuales, diferentes y competitivos por nuestro instinto entrenado por millones de años de evolución, sin embargo, sólo cuando encontramos los puntos de conexión entre nosotros podemos superar los retos y avanzar rápido, asumiendo el cambio como algo natural que hace parte de la realidad y que nos invita a renovarnos, y actualizar la caja de herramientas que hemos construido hasta el momento.

En medio de la dinámica del mundo, lleno de inestabilidades, de exigencias y deseos no satisfechos, se requiere crear espacios de “entrenamiento y práctica” psicológicamente seguros donde cada uno pueda ser lo que es y retar sus propios límites autoimpuestos, con el fin de habilitar ventanas de aprendizaje para ganar confianza en sí mismos y construir las condiciones necesarias para seguir avanzando. Cuando logramos enfrentarnos a nuestros propios instintos y limitaciones, ponemos en evidencia los marcos de trabajo y paradigmas que tenemos a la fecha.

En un mundo líquido, donde los blancos que queremos alcanzar “nunca dejan de moverse y de variar de dirección y de velocidad” (Bauman, 2017, p.175), es claro que se requiere un ejercicio de flexibilidad mental, donde muchas veces lo que creemos que es “verdad” puede quedar revaluado o sometido a tensiones inesperadas, no por “lo que no sabemos, sino por lo que sí sabemos o creemos saber” (Mlodinow, 2019, 131) pues esto es en últimas, lo que nos permite retar nuestros saberes previos y abrirnos a nuevas posibilidades.

Si la ansiedad de tener respuestas a situaciones inesperadas e inciertas, es una necesidad de las personas y organizaciones en una realidad líquida, tomar distancia de los afanes y acallar la mente, permite explorar nuevas asociaciones y conexiones de elementos aparentemente no relacionados para encontrar flujos de ideación positiva, que renuncian a la necesidad de control y certidumbre, y habilitan espacios para pensar de manera original y sin restricciones sobre los retos de la sociedad actual.

Por tanto, en un mundo líquido y volátil como el que tenemos hoy, se requiere aprender a caminar sobre arenas movedizas. Mientras más nos precipitemos para salir, más rápido nos hundiremos en la realidad de estas arenas, pues forzar la salida crea resistencia y conflicto, evitando que fluya la reflexión que abre las perspectivas y habilita el aprendizaje. Caminar sobre arenas movedizas es explorar ideas extrañas y dirigir la mente hacia lo no probado e inestable, donde las respuestas habituales puedan ser tan volátiles como vulnerables y enigmáticas.

El Editor

Referencias
Bauman, Z. (2017) Vida líquida. Bogotá, Colombia: Editorial Planeta.
Mlodinow, L. (2019) Elástico. El poder del pensamiento flexible. Bogotá, Colombia: Editorial Planeta.
Vincent, J. & Hitch, J. (2019). Winning not fighting. UK: Penguin Random House.

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