Muchas veces
encontramos en diferentes contextos las palabras colaborar, cooperar y coordinar, las cuales denotan por lo general un trabajo con otras
personas. El prefijo “co” indica “en
compañía”, “en unión” y por lo tanto, establece un marco de trabajo que debe
privilegiar la búsqueda de convergencias y conexiones para lograr perspectivas
distintas a las iniciales. Un ejercicio donde las diferencias son ocasión
de posibilidades y las coincidencia, fortalecimiento de capacidades.
La palabra colaborar, es una palabra muchas veces
mal entendida. No es un sinónimo de cooperar. Colaborar es una palabra que abre
un espacio para construir, para aportar y establecer un escenario de
aprendizaje. Es una expresión que invita
a despojarnos de nuestros egos, de nuestras posesiones, títulos y estatus para
abrirnos a encontrar relaciones con otras formas de pensar y así, libres de
nuestro prejuicios, descubrir el valor de lo que sabemos y tenemos, y mejor
aún, aceptar la incertidumbre como nuevo patrón de convivencia que nos permite
hacernos mejores preguntas y buscar nuevas respuestas.
De otra parte, la
palabra cooperar, es una vista
complementaria de colaborar. Una vez se ha logrado una visión concreta sobre el
reto de la colaboración y se requiere llevarla a la realidad, se demanda de los
talentos, confianza y determinación de los participantes para hacer que las
cosas pasen. Cooperar, es sumar esfuerzos
y capacidades alrededor de una causa común, para materializar un proyecto o una
propuesta. No es una apuesta hecha en el vacío, sino una expresión del
balance de la fuerza y la voluntad de cada persona que cree en una posibilidad para
concentrar su energía y saber.
Por su parte, coordinar, es el momento definitivo que
armoniza la cooperación. Encontrar el orden en medio de la inestabilidad y los
inciertos, es el reto de aquellos que han sido designados para esta labor. El orden es motivar lo simple, lo claro, sin
forzar nada. Es la expresión de la disciplina que empodera a cada persona para
lograr aquello que se ha propuesto. El que vive la esencia de coordinar, no
se culpa así mismo por lo que acontece, asume cada momento como una oportunidad
para cambiar, revisar sus intenciones, métodos, acciones y comportamientos para
lograr resultados distintos.
Cuando entendemos
que podemos colaborar para pensar
y pensarnos distintos a lo que conocemos, para hacernos una versión mejorada de
nosotros mismos, estamos cooperando en la construcción de una nueva sociedad fuera de las
trampas tradicionales de la ausencia y la diferencia. Esto es, una lectura de la
libertad como la disciplina del balance de sí mismo, donde se crea confianza y
luz interior que conecta con la sabiduría universal. Un ejercicio de coordinación que observa, experimenta y no
juzga, sólo se sumerge en la oportunidad que tiene para vivir intensamente el
momento presente.
Colaborar, cooperar y coordinar están unidos entre sí. Conforman una amalgama de silencio,
fuerza, propósito y pasión que permiten canalizar la energía de una comunidad,
la sabiduría de una conciencia universal, que no busca protagonismos, ni
reconocimientos, sino la experiencia de crear relaciones auténticas que revelan
lo mejor de cada uno de sus participantes para establecer puentes entre los
diferentes mundos que hacen parte del reto que los convoca.
El Editor