Decía Bruce Lee: “Hay
que buscar el equilibrio en el movimiento y no en la quietud” (Alcaide, 2018,
p.51), una frase que convoca el concepto de homeóstasis que “es una propiedad
de los organismos que consiste en su capacidad de mantener una condición
interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el intercambio
regulado de materia y energía con el exterior” (IEEE.ES, 2017). Lo anterior,
implica que el equilibrio no es quietud, sino balance entre lo conocido y
lo incierto, una declaración de acción permanente que fluye con el ambiente.
Cuando mantenemos
nuestra curiosidad, cuando definimos nuestro apetito al riesgo, descubrimos las
señales del entorno y cuidamos los recursos (materiales y espirituales), sabemos
que estamos en un contexto particular donde cualquier cosa puede pasar, y no
porque seas una buena persona, como advierte Bruce Lee, no vas a esperar “que
un tigre no te ataque por ser vegetariano” (Alcaide, 2018, p.52). En
este sentido, sabemos que vamos a tener situaciones incómodas y tensiones
permanentes, pero sólo así se abre la puerta al aprendizaje/desaprendizaje, se
hacen evidentes tus propios sesgos y creencias, y descubres el camino hacia
aquello que deseas.
Encontrar el
equilibrio en medio de la turbulencia es fluir con la inestabilidad, es elegir
la opción positiva que nos permite crecer y sacarnos de la zona cómoda. Es
tomar control de aquello que sentimos y experimentamos, para convertirlo en la
estrategia concreta que permite aprovechar los miedos e indecisiones de otros, y
así capitalizar las oportunidades donde muchos sólo ven limitaciones. Encontrar
ese equilibrio, es elegir crecer y no resignarte a lo que pasa, es descubrir
porque las cosas no salieron como estaban planeadas y superar el orgullo de las
excusas baratas.
Buscar el equilibrio
en movimiento, es precisamente tratar de darle a un blanco que se mueve y cambia
de posición. Es un ejercicio para mantenerse atento y recalibrar en cada
momento la visión de la vida. Es nunca descuidar el combustible de la
humildad para mejorar y reconocer que tenemos mucho que madurar y aprender. Es
saber que somos seres inacabados que estamos dispuestos a lanzarnos y encontrar
nuevas rutas donde otros jamás han intentado. Esto supone que no siempre se
tendrá el resultado esperado, pero siempre podrás tener un espacio para saber
quién eres, desde donde puedes crecer y cómo puedes hacerlo.
Cuando vives en
equilibrio dinámico, la vida es un continuo de reinvención que no permite
marcha atrás. Es el ejercicio de vibrar en el presente, ensanchando la mente
y expandiendo la realidad, una apuesta de riesgos calculados donde se retan los
saberes previos y respuestas conocidas, para explorar y superar el mandato de
aquello que nos han enseñado. Elige darle forma a tu existencia y déjala
que se vea, que se manifieste y se abran nuevos espacios donde se haga realidad
aquello que tanto quieres.
Recuerda que la vida
es de aquellos que viven en movimiento, de aquellos no descuidan sus objetivos
y retos, y permanecen enfocados. Es decir, de quienes son capaces de
observar y navegar en medio de contradicciones, inflexiones, rarezas e
inestabilidades para dar lo mejor de sí y ser testigos de la expresión más
elevada de la raza humana: la alegría de dar, donarse, sin esperar nada a
cambio; el reto de servir y ayudar a otros a ser mejores versiones de sí
mismos.
El Editor
Referencias
Alcaide, F. (2018). Aprendiendo
de los mejores 2. Tu desarrollo personal es tu destino. Barcelona, España:
Alienta Editorial.
IEEE.ES (2017). Resiliencia: del individuo al Estado
y del Estado al Individuo. Centro Superior de Estudios de la Defensa
Nacional. Septiembre. Recuperado de: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_trabajo/2017/DIEEET05-2017_Resiliencia_GrupoTrabajo.pdf
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