Escuchar a un
profesional recién egresado decir “que bien se siente descubrir cuál es su lugar
en el mundo”, es una expresión de una apuesta de claridad y propósito, que
habla de cómo disfruta lo que hace, cómo vibra con sus talentos y cómo
desarrolla su potencial. Cuando se tiene claro quiénes somos, en qué somos
buenos, cómo hacemos la diferencia con los otros, todo se alinea para que cada
día no haya más que logros y satisfacciones. Es claro que habrá momentos de
inquietud y zozobra, los cuales permitirán darle forma y forjar el carácter de
quien ha decidido ser auténtico y no morir como un copia, vieja, amarilla y desgastada.
Encontrar nuestro
lugar en el mundo, no se logra por casualidad o por un golpe de suerte. Es un ejercicio
consistente y consciente que a diario invita al ser humano a salir de su zona
cómoda y desde allí, darle vida a esa idea, ese proyecto, ese sueño que lo
llevará a explorar en medio del incierto y construir sus propios escenarios de
certezas, desde la orilla de los prototipos y experimentos. Ese lugar, que te
espera, no es una meta en sí misma, es una ocasión para edificar nuevas
capacidades, esos patrones de aprendizaje/desaprendizaje, que te permiten
mantenerte en movimiento y reinventarte cada vez que sea necesario.
Encontrar ese lugar
en el mundo, es un camino de luchas internas, de desafíos superiores que te
preparan para alcanzar el siguiente nivel de tu evolución. Cada vez que surgen
nuevas preguntas, nuevos inciertos y nuevos retos, sabrás que caminas hacia ese
lugar, inicialmente desconocido, pero que, conforme avanzas y descubres nuevas
oportunidades, se vuelve más visible y menos borroso. Decidirse a encontrar nuestro
lugar en el mundo, es una lección de vida para muchos, inspiración para otros y
abandono de nuestras seguridades humanas para confiarnos en las divinas.
Quien se lanza a
encontrar su lugar en el mundo, sabe que encontrará detractores en el camino,
engaños de quienes quieren desviarte, palos en la rueda que quieren retrasarte,
en fin, un sin número de excusas que estarán allí para que desistas, te canses
y vuelvas al redil, donde todos marchan sin cuestionar, y siguir ciegamente un
lineamiento muchas veces diseñado por unos pocos. Comprender que venimos al
mundo con sello único e impronta divina, es darle sentido a la esencia de lo
que somos: seres de luz atrapados en vasijas de barro.
Nunca es tarde para
emprender el camino y encontrar nuestro lugar en el mundo. Deja las excusas
tradicionales como “ya a estos años”, “que otros lo logren”, “ya no tengo la
vitalidad de antes”, “eso es para los jóvenes”, “no tengo el talento”, “no hay
oportunidades”, “no sé cómo hacerlo” y tantas otras que se escuchan en medio de
las conversaciones cotidianas, y date la oportunidad de explorar y decidirte a
hacer que las cosas pasen, de sacar el talante y la fuerza con la cual has sido
dotado, para transformarte a ti mismo y motivar cambios en contextos y escenarios
impensables.
Mira a tu alrededor
y revisa quién eres tú, las habilidades y virtudes que tienes, y encuentra esos
espacios en blanco que existen en tu entorno, para que allí brille tu propia
lectura del mundo, esa que genera un efecto cascada que hace de eventos
ordinarios, mareas de logros y realidades extraordinarias.
El Editor
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