lunes, 20 de agosto de 2018

Ser excelente


Se escucha con frecuencia en diferentes círculos sociales, económicos y académicos, la palabra “excelencia”, como ese referente al que todos los que participan deben aspirar. La excelencia como esa frontera que todo ser humano debe alcanzar y mantener durante el desarrollo de su vida sobre este planeta. Si esto es cierto y es la forma como el ser humano rompe sus propios límites, la pregunta que surge es ¿a qué costo se debe ser excelente?

Excelencia viene del latín “excellentia”, que significa “sobresalir”, “cualidad del que sobresale”, una conexión hacia el interior de una persona que busca encontrar motivos para ser mejor, para reconocerse como ser que evoluciona y se transforma en otro distinto. La excelencia no tiene que ver nada con “darle gusto a otros”, ni recibir aprobación de terceros. La excelencia es una postura individual que reta una condición actual y la proyecta sobre su propia ruta de futuro.

Ser excelente no responde a métricas inventadas por terceros, que generalmente terminan imponiendo una vista particular de lo que ellos comprenden. Por tanto, la excelencia es reconocer aquellos espacios donde cada persona u organización puede hacer la diferencia, encontrando motivos para ser distinto y por lo tanto, superando la inercia de aquello que conocemos y donde nos sentimos cómodos.

Una persona es excelente, cuando mantiene su compromiso con su propio desarrollo. Es aquella que nunca deja de aprender, que se sorprende con retos nuevos y que encuentra en su balance personal, profesional y espiritual, una razón para continuar abriendo espacios para compartir y ayudar a otros a encontrar, su propio camino para avanzar en sus propios sueños.

Cuando una persona no cumple con los requisitos que un tercero ha diseñado para hablar de excelencia, no posible afirmar que ésta no lo sea. Pues, en la ruta de crecimiento y descubrimiento de capacidades y potencialidades, este individuo estará avanzando tan rápido o tan lento de acuerdo con su plan de vida, sus condiciones particulares y sobremanera, dando todo de sí, para hacer que las cosas pasen.

La excelencia no debe ser sinónimo de perfeccionismo, pues lo que inicialmente es un camino de construcción de nuevos saberes y capacidades sanas, santas y sabias, termina siendo un escenario de logros no saludables, dependencia de la aprobación de otros, adicción a los halagos y parálisis en la vida (Brown, 2016, p.122-123).

La excelencia es esforzarse saludablemente, concentrado en uno mismo, para tener el valor de arriesgarse y hacer cosas distintas, sabiendo que vamos a esta expuestos a la crítica, a la pregunta mal intencionada, a las agendas ocultas y a aquellos que les molesta que otros hagan la diferencia. Para ello, es importante ser amable con uno mismo, aprender de lo que experimentamos y sentimos, para luego, aceptando nuestra historia personal, continuar con la ruta que nos llevará a nuevos destinos lejos de la orilla donde zarpamos.

Cuando alguien es excelente se nota. Se apasiona por lo que hace, todo el tiempo habla de sus retos y trabajos, reconoce que tiene mucho que aprender, la humildad es parte de su esencia, nada lo turba, ni lo distraen las luces de los halagos, pues su objetivo no se compara con otros. El ser excelente, es ejercicio de confianza imperfecta personal, que sabe, como dice Leonard Cohen, “que en todo existe una fisura y así es como entra la luz”.

El Editor

Referencia
Brown, B. (2016) El poder de ser vulnerable. ¿Qué te atreverías a hacer si el miedo no te paralizara? Barcelona, España: Ediciones Urano.

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