Dice García (2018,
p.116): “El asombro es el descubrimiento
de lo oculto que se esconde en lo evidente, de la originalidad de lo común, de
lo extraordinario que permanece escondido en lo cotidiano y lo ordinario, de lo
que estando ahí siempre se percibe (como) por primera vez”. La experiencia
del asombro es el punto de inicio donde encontramos la esencia del aprendizaje,
que como anota el mismo autor, es esa “explosión de luz que se produce en
nosotros” cuando revelamos una realidad oculta a nuestros ojos.
Aprender, es asumir
que somos vulnerables, seres limitados con conocimientos finitos, que estamos
todo el tiempo en tensión con nuestros saberes previos, como parte natural del
proceso de crecimiento y evolución que tenemos todos los seres humanos. Por
tanto, “experimentar vulnerabilidad no es
opcional: lo único que si podemos controlar es nuestra respuesta cuando nos
enfrentamos a la incertidumbre, el riesgo y la exposición emocional”
(Brown, 2016, p.49).
Aprender, es atreverse
a arriesgarse, es lanzarse al ruedo y librar el buen combate, ese donde
nuestros prejuicios y saberes son cuestionados, para liberarnos de nuestros
propios supuestos y encontrar nuevas formas de comprender la realidad.
Aprender, es asumir las riendas de nuestra propia vida, entrar en el terreno de
la fe y tomar acción para salir de la zona conocida y, encontrarnos con rarezas,
inestabilidades y contradicciones, que nos rescatan de la ilusión de la invulnerabilidad
y de aquellos miedos que nos paralizan.
El mártir del
madero, nos ilustra con sobrada experiencia y testimonio, que significa ser
vulnerable y abierto para aprender. La verdad desnuda y abierta de su mensaje,
es el reconocimiento de que somos seres incompletos y en permanente obra gris.
Los contextos más provocadores y atractivos para aprender, están fuera de las
zonas tranquilas y sin contradictores. Esta fue la vida de este "enviado de la
divinidad", siempre en momentos de tensión, en contradicciones y sobremanera,
abierto al aprendizaje, ese que se descubre en cada manifestación del corazón humano.
En consecuencia, al
ser seres imperfectos, vulnerables y necesitados de ayuda, sólo en el aprendizaje
podemos encontrar la ruta para llenarnos de valor y asumir los retos que en
cada momento se nos presentan. Aprender significa que afirmamos que no sabemos,
que estamos dispuestos a aprender y a declarar un maestro. Por tanto, el
proceso de aprendizaje significa “dejarse enseñar y acompañar”, abrirse a las
reflexiones que te propone tu maestro y darle la autoridad para que sus
palabras crezcan en ti y abran posibilidades más allá de tus propios límites.
Anota García (2018,
p.23) “el aprendizaje consiste en
descubrir el acontecimiento que se nos presenta, y a menudo se oculta, envuelto
en los hechos”. Es decir, desarrollar una mirada nueva cada vez sobre el
mundo, encontrando razones inéditas para comprender aquello que se esconde a su
postura actual, a su marco de conocimiento conocido y que lo llevará a explorar
nuevos destinos basados más en las posibilidades que en la probabilidades.
En resumen, el asombro
sigue al aprendizaje, como esa disposición a la sorpresa, a la aventura de
recorrer caminos antes inexplorados, que motivan la plasticidad cerebral y convocan
a la curiosidad, la perseverancia, la sencillez, la vulnerabilidad, la confianza,
la tolerancia y la profundidad como fundamentos de una vida plena, esa que asume
“los límites de la realidad”, sin renunciar a luchar y trabajar cada día por sus sueños, para así reinventarnos a nosotros mismos.
Referencia
García, A. (2018) Educar para el asombro. Sencillez, confianza,
paciencia y profundidad. Bilbao, España: Ediciones Mensajero.
Brown, B. (2016) El poder de ser vulnerable. ¿Qué te atreverías
a hacer si el miedo no te paralizara? Barcelona, España: Ediciones Urano.
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