Recientemente revisando
algunos apuntes y relatos en libros, he encontrado una frase que me ha llamado
la atención: “gestión de la envidia”. La envidia es por definición una
carencia, la falta de algo que es deseado generalmente en el otro. El envidioso
ordinariamente trata de ocultar su envidia, para no tener que aceptar su
carencia; su deseo no satisfecho que ve se ve proyectado en su prójimo.
Si bien, la envidia
es un tema de madurez personal y entendimiento de una carencia como una
oportunidad para potenciar sus habilidades y capacidades, es importante poderla
gestionar en los demás, para movilizarse mejor en entornos complejos y de
intereses cruzados, con el fin de canalizar la mejor energía para el desarrollo
de las iniciativas.
Para “gestionar
la envidia”, primero una terapia intensiva de valía personal y espíritu
trascendente, y luego algunas recomendaciones, descritas a continuación, para
disuadir y enfocar a la persona en su propia carencia, no como reclamo o
acusación, sino como posibilidad y reto.
Sea auténtico
en todo lo que haga. La autenticidad
es el símbolo de los que saben quiénes son, de los que conocen sus aciertos y
sus equivocaciones. Una expresión de la esencia de lo que somos y podemos. Un
ejercicio de apertura que reconoce en los otros, los complementos de nuestras
propias limitaciones y la potencia de nuestras virtudes.
Comparta sus
logros con el equipo de trabajo.
Cada vez que se logra algo en la vida, nunca se llega solo. Siempre hay personas
detrás que han ayudado y apoyado para llegar al momento presente. Somos el fruto
de levantarnos sobre hombros de gigantes, de grandes mentes, grandes esfuerzos
y sobremanera, grandes seres humanos con estatura humana, que han hecho la diferencia
en nuestra vida.
Construya
marcas personales de doble vía.
Una marca personal es un sello que dice y habla de nosotros como personas, no
de nuestros logros. En la medida que podemos apoyar y ayudar a otros, nuestra
marca se posiciona como una oportunidad para construir comunidad y donarnos
como individuos. En este ejercicio, se crea una sinergia que engrandece la
actuación de un colectivo y se fortalece el ejercicio apertura y exigencia
personal.
Sea prudente
en sus comentarios y audaz en sus acciones. La prudencia “que
hace verdaderos sabios” no debe confundirse con el “apocamiento” de los acomplejados.
La prudencia es el trazo natural de lo que somos, el esfuerzo personal y colectivo
que se ha consolidado para enfrentar y superar los retos en la vida. Una
expresión de la audacia del hombre, que no ve en las “situaciones problemáticas”
obstáculos, sino laboratorios de oportunidades permanentes.
Construya su
propio relato y viva como un original. Sea protagonista de su propia historia, de su propio guión, para encontrar
la narrativa de su vida, que despliegue la fuente de las motivaciones, miedos,
temores y deseos con el fin de darle forma a sus sueños, haciendo una lectura
de la vida en clave trascendente, donde al final de la historia, un legado persiste
y resiste el paso del tiempo: nunca condenado al olvido, sino vigente en un
eterno presente.
Si se logra
completar una renovación interior de la persona envidiosa y se canalizan las
acciones comentadas previamente en el contexto de su relación social, se habrá
rescatado y potenciado un ser humano, y al mismo tiempo habrás confirmado tu
vocación de servicio: ser genuino, tener foco, ser comprensivo,
evitar ser reiterativo y nunca acusar o culpar a otros por algo que
es tu responsabilidad.
“Gestionar la
envidia” es una apuesta para
construir perspectivas en el interior del hombre, para crear el futuro
promisorio en su exterior. Lo que una
carencia marca por dentro a un ser humano, debe ser el insumo y la oportunidad
para transformar, el miedo y las dudas, en valentía y entrega que capitalice
sus lecciones aprendidas y eleve su autoestima.
El Editor
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