martes, 13 de marzo de 2018

Gerente de tu vida

Una realidad concreta y clara es la reflexión que plantean los empresarios al final del desarrollo de sus actividades de negocio: ¿Qué ha quedado después de vender nuestros productos, crear valor para nuestros clientes, pagar a los empleados, los proveedores, los bancos y los políticos? Si lo que queda es positivo, hemos hecho bien el trabajo.

Esta pregunta igualmente podríamos hacernos cada uno de nosotros, en el desarrollo de nuestras actividades diarias, en el ejercicio retador de construir nuestra propia historia de vida donde cada uno sabe qué producto vende y cómo crea valor a sus grupos de interés. Te has puesto a pensar que eres el “gerente de tu vida”, donde tienes que cuidar los detalles de la empresa que tienes en las manos y cómo puedes mantenerla dando “utilidades” hasta el momento final de entregar la cuentas definitivas.

Como ser humano, pleno de capacidades has venido al mundo a transformarlo y hacerlo un vivo ejemplo de la generosidad divina que mora en ti. Eso supone, que tus dones, habilidades y reflexiones te permiten crear “productos” que son requeridos por otros en el contexto tu dinámica social. Es con visión aguda y sagacidad como logras descubrir aquellos puntos de interés de las personas, para poder concretar y desarrollar tu potencial. Cuando logras ayudar a otros con lo que sabes y puedes hacer, estás construyendo un capital humano que edifica la creación y te pone en camino de reinvención personal y espiritual.

Si logras hacer lo anterior, estarás revelando aspectos de la realidad, donde las percepciones de las personas cambian y se sorprenden cuando sabes conectar con sus ilusiones y retos. En la medida que eres capaz de “hacer la diferencia” en tu encuentro con el otro y cambiar la forma de ver la realidad, estás no sólo creando valor, sino movilizando la energía positiva, que cree y sabe que es posible tener alternativas y posibilidades para hacer cosas de forma distinta.

Todo esto requiere el esfuerzo de tus “empleados”, tus virtudes, retos y dudas que te permiten avanzar en medio de lo “no conocido”; pagar a los proveedores, todos tus buenos socios conocidos que te apoyan en aquello en lo que no eres lo suficientemente bueno, para así pagar las deudas al banco, ese que recibe consignaciones de “lecciones aprendidas y por aprender” para retirar “nuevos aprendizajes” que sean prenda de garantía de nuevos pagos que crean “riqueza personal” y “renovación espiritual”.

Cuando al final de ejercicio, se tiene claridad de los “productos” que has podido vender en tu “nicho de negocio”, es decir, cuánto has podido potenciar a otros; cuántas veces has superado tus propias expectativas y sorprendido positivamente a otros; cómo has pagado a tus “empleados”, tus virtudes y capacidades para hacer la diferencia; qué tanto has conectado y hecho sinergia con tus “proveedores” para transformar tu mundo interior y exterior, y finalmente “cuanta riqueza personal acumulada” tienes luego de los “retiros y pagos” de aprendizajes que has podido tener a lo largo de tu vida, podrás decir como el poeta “confieso que vivido” en plenitud y sin reparar en buscar excusas para hacer que las cosas pasen.

Recuerda que tu “gerencia de vida” no es un ejercicio improvisado y sin dirección, sino una responsabilidad clara y formal que se te ha dado para potenciar tus talentos y no para esconderlos. Pues al final, el “dueño de la vida” vendrá a recoger el producto del trabajo bien hecho, pues confía en nosotros todo el tiempo y en nuestra capacidad para dar “frutos jugosos y generosos”, aun nosotros, desde nuestras diferentes formas de verlo, no confiemos mucho en él.

El Editor

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