Cuando el ser humano
busca respuestas a los grandes interrogantes del mundo; busca respuestas en el
exterior, en las búsquedas bibliográficas, en las experiencias de otros, entre
otras fuentes, con el fin de apropiarse del medio donde se encuentra y ver
cosas diferentes a lo que su marco vigente de saber le indica.
Buscar respuestas
exige del hombre sumergirse en la realidad de su conocimiento limitado del
mundo, en las contradicciones que tiene, en las respuestas parciales que ha
podido construir y sobre manera, en una experiencia de humildad personal, que
le implica reconocerse como un ser en construcción permanente, que cuyas
lecturas del mundo son inconclusas y por lo tanto, siempre abiertas a continuar
explorando alternativas antes inexistentes.
Buscar respuestas a
los interrogantes del mundo, demanda desconectar lo que hemos aprendido, liberar
nuestros conceptos particulares de las interpretaciones que aceptamos como
ciertas, para darle paso a nuevas opciones propuestas desde otras realidades,
para crear tensiones creativas que movilicen, actualicen y renueven las
perspectivas que utilizamos para apropiarnos del mundo y sus retos.
No podemos dar
respuesta a los interrogantes del mundo, si pensamos que las “sabemos”, que
hemos llegado a la concreción de una idea formal; pues en ese punto y hora,
habrá que descubrir el complemento de aquellas, para saber que estamos viendo el
mundo desde perspectivas que nos ubican en un punto ciego, donde muchas veces
no logramos trascender la experiencia previa que tenemos sobre un evento,
concepto o situación particular.
En esa búsqueda de
respuestas del hombre, es necesario experimentar la desorientación, la
inestabilidad y la contradicción, pues allí es donde surge la posibilidad de
una oportunidad, una lectura inesperada e inexistente que permite
contrainterrogar al mundo frente a sus estándares y descubrir un espacio en
blanco donde escribir una realidad inédita que revela una apuesta que
complementa las lecturas previas de otros.
Dar respuesta a los
interrogantes de la vida, implica reconocernos parados sobre hombros de
gigantes, sobre experiencias vividas y al mismo tiempo en horizontes nuevos,
que en perspectiva de sospecha, nos permiten siempre capitalizar lo aprendido,
cuestionar lo conocido y abrirnos de forma confiada y decidida a lo incierto,
donde es posible reinterpretar lo vital y cotidiano en clave de innovación.
Todas las respuestas
que podamos construir desde nuestra apuesta actual sobre la vida que vivimos y
aquellas que se puedan concretar desde la vista de un futuro próximo, estarán
siempre bajo la observación del presente, como un testigo formal del ahora
donde estamos y existimos. Un ejercicio de concentración y convergencia de la
mente, que si bien divaga y navega por las posibilidades, debe coincidir y
converger en acciones específicas que movilizan y logran objetivos.
Responder el llamado
de los inciertos e inestabilidades de la vida, es entrar en la presencia mutua
de cada ser humano consigo mismo y la divinidad, un instante de silencio, sin
tiempo, ni espacio, donde solamente existe un continuo de aprendizaje; una
continua acción de gracias mientras se recorren los senderos de la existencia
llenos de retos, desafíos y sorpresas, donde sólo hay “mejores preguntas”.
El Editor
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