sábado, 12 de agosto de 2017

Empresa: Escenario educativo

La literatura en temas de gestión y administración ha venido recabando desde hace mucho tiempo sobre el tema de las organizaciones que aprenden, sobre la necesidad de transformación permanente de las empresas, para asumir el reto de la incertidumbre y poder navegar en medio de un mar de oportunidades y desafíos no sólo para sobrevivir, sino permanecer en el largo plazo y cambiar las mismas condiciones del entorno, o dicho de otra forma, poner ella sus propias reglas.

Una organización que aprende, como afirma Gore (2015), requiere que esté integrada por individuos que aprenden. Esto es, que la empresa se convierta en un nuevo escenario educativo donde la “organización enseña”, donde los retos del currículo tradicional se revisen desde las contradicciones, inestabilidades y rarezas del entorno; donde el ejercicio pedagógico no solo oriente un proceso de aprendizaje, sino que recabe en una oportunidad para “equivocarse” y descubrir nuevas opciones; donde la didáctica no sólo ilustre cómo hacer las cosas de acuerdo con un estándar, sino que permita desarrollar formas alternas para aprender.

Una organización que aprende, hace consciente las constantes oportunidades que cada situación laboral ofrece para “sorprenderse” y explorar propuestas que posiblemente lleve a cuestionar los saberes previos de los colaboradores. Motivar vistas distintas de realidades naturales de la empresa, implica “calzarse los zapatos de otros” y poder comprender la dinámica de su labor, ahora desde un escenario que posiblemente le resulte intrigante o interesante según lo asuma la persona.

Una organización que aprende, encuentra en el “error” una oportunidad para revelar aspectos de la realidad que no podían ver, situaciones ambiguas o inéditas que posiblemente si ese resultado obtenido no se hubiese dado, no se hubiesen advertido. El “error” lleva en sí mismo un valor pedagógico que habilita al colaborador a recabar en su conocimiento previo, para establecer y construir una forma alterna de hacer las cosas. En términos cibernéticos, aumenta la variedad o capacidad de “ver” y “darse cuenta” que es posible concretar nuevos aprendizajes como profesional y como parte de un sistema más grande como es la empresa.

Una organización que aprende, entiende la evaluación no como un ejercicio para clasificar desempeños de personas y segregar su personal, entre aquellos que logran los resultados y los que no. Una organización que aprende, entiende la valoración del desempeño como el umbral de reto y mejora que cada persona tiene para alcanzar su potencial, una forma de asumir el desarrollo de sus colaboradores desde la realidad del aprendizaje, es decir, desde la oportunidad para “crear y desafiar” lo conocido y tener la oportunidad de probar y simular.

Una organización que aprende, entiende que el aprendizaje es una inversión y está dispuesta a crear los espacios para que este ocurra. Una inversión que no es de retorno inmediato, sino de siembra a largo plazo, donde las personas conectan sus intereses con los de la empresa, para darle vida a escenario impensables que anticipan riesgos y oportunidades que desde ya se abren para ambos: una declaración intencional y abierta donde las personas hacen parte fundamental de la vida organizacional y la organización es el aliado natural de la persona para “saber más y ser más”.

El Editor

Referencia

Gore, E. (2015) La educación en la empresa. Aprendiendo en contextos organizativos. Buenos Aires, Argentina: Editorial Gránica.

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