De acuerdo con Prize (2015, p.117) “ponerse en “modo radar” es saber escuchar,
saber ver, saber sentir lo que el universo te está diciendo en todo momento”.
Un modo que por lo general tenemos desconectado y abandonado, por el ruido
permanente que existe en nuestra vida diaria: los afanes del trabajo, la rutina
que atrapa, los contratiempos que intoxican, los objetivos que logramos, el
dinero que perseguimos, los reconocimientos que deseamos, etc.
Vivir en modo radar, es abandonar la matriz de
ruido donde estamos y sintonizar la armonía en la frecuencia de lo sagrado, una
oportunidad para encontrarnos frente a los retos y conquistas como una fuente
permanente de presencia, donde todas las preguntas tienen respuestas, donde tu
diálogo interior fluye de forma natural y es capaz de conversar con el universo
en pleno.
Vivir en modo radar, es afinar constantemente la
lectura de nuestras capacidades personales y profesionales, es calibrar las
métricas internas de nuestros estándares para aumentar la sensibilidad y
precisión de las validaciones del entorno. Un ejercicio de práctica perfectible
que busca comprender y revelar en el ambiente, relaciones emergentes que
cambian la forma de entender el mundo, la vida y los conceptos conocidos hasta
el momento.
El modo radar implica vigilancia y disciplina, un
balance permanente de exploración e identificación de patrones relevantes para
los planes estratégicos de las personas y organizaciones, y a la vez, un ritual
permanente de evaluación y desempeño que demanda tanto de individuos como
comunidades, visión y foco sobre aquello que se quiere lograr. El radar todo el
tiempo permanece activo siguiendo los rastros de esas tendencias relevantes para
hacer que las cosas pasen.
El modo radar descubre en cada oportunidad que
identifica, retos que superar, expectativas que alcanzar y sobremanera,
conceptos y verdades que hay que desconectar y repensar. Estar con el radar
activo en la vida, es alcanzar tesoros inesperados, bendiciones de la divinidad
que sólo están disponibles para quienes permanecen atentos a los signos y
señales que el universo envía en cada momento.
El modo radar es una declaración de autoexigencia
personal para mantenerse atento a lo que ocurre, pero de igual forma una
experiencia de colaboración entre muchos, que permite dar cuenta de una experiencia
renovada de lo que entendemos y conocemos, para concretar nuevas ganancias
teóricas de aspectos antes inexplorados de nuestra práctica o proceso.
El modo radar es despertar la intuición que yace en
cada uno de nosotros, esa vibración, ese pálpito informado, que busca concretar
un camino, una realización, un reto, con el fin de cruzar la línea prohibida
del “no puedo” y así motivar desde la gratitud y la fe, la fuerza necesaria
para quitar el velo de lo conocido y lanzarse a despertar del sueño del pasado,
para caminar y darle sentido a la propuesta del futuro.
Sin un radar encendido, los aviones pierden su
entorno, los viajeros ignoran las señales, los hombres caminan sin rumbo. Por
tanto, mantenerse en el modo radar, es vivir en el tiempo presente, en el aquí
y en el ahora, allí donde la realidad sucede, donde el tiempo se detiene, donde
los sueños se hacen realidad y particularmente, el hombre supera sus propias
autorestricciones.
Bien dice Robin Sharma: “No te aferres demasiado a
tus planes y objetivos. A menudo el universo te enviará un tesoro inesperado”, pues
si te encuentra con tu radar apagado o en mantenimiento, puede ser que se te
escape un regalo maravilloso verdaderamente relevante para ti.
El Editor
Referencia
Prize, W. (2015) 1000 ideas para atraer lo que quieras a tu vida. Madrid, España:
Mestas Ediciones.
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