Escuchar, es estar
presente sin distraerse en un mundo como el actual, un verdadero reto de
atención que nos saca de lo cotidiano. Escuchar es la puerta que se abre para “estar”,
para disfrutar y revelar el mundo y sus posibilidades. Escuchar no es
permanecer impávido con cuanto “sonido” se advierte en el entorno, es afinar o
refinar la lectura de la señal divina que se esconde en medio del “ruido” y las
luces del mundo.
Quien se niega a
escuchar, está condenado a vivir una realidad ausente, llena de entretenimiento
y solemnidades que solo llenan temporalmente vacíos interiores; mandatos que
prescriben formas particulares de leer el mundo en clave de palabras como
visibilidad, mercadeo y posición, tres expresiones que no buscan otra cosa que
generar distracciones en tus relaciones actuales, perdiendo el foco de la
esencia misma de lo que eres.
Cuando la escritura
sagrada dice “escucha Israel”, se crea una inestabilidad en la comunidad judía,
se saca de la comodidad de su doctrina y establece la potencia de un mensaje,
que vibra fuera de las convenientes regla y preceptos; una lectura asistida de
la palabra que se nutre del incierto y crea una oportunidad para percibir una
fuerza distinta de la cual todos somos depositarios: el amor.
Escuchar es abrir el
corazón para explorar frecuencias divinas que permiten “estar presentes y
diluirse en la vida”. Es encontrar nuestro propio centro desde donde tomamos
control y transmitimos en frecuencia divinamente modulada, sin egoísmos, ni
pretensiones, sólo desde la esencia de lo que somos y podemos. Escuchar es un
proceso de discernimiento para ver realmente qué necesito y como afirma Grum
(2016, p.56): “a qué puedo renunciar sin miedo”.
Escuchar es
reconocernos con nuestras luces y sombras, sin esforzarnos en tratar de evitar
nuestras limitaciones, sino aceptarlas y vivir en unidad con ellas (Grum,
2016). Nuestras limitaciones son el recuerdo permanente de nuestra necesidad
incesante de misericordia, luz y aprendizaje. Escuchar es para la vida
espiritual, lo que estrella es para el cielo, la esencia verdadera, la
expresión auténtica de lo que somos y tenemos, esa energía fundamental donde la
bondad y la generosidad adorna la lectura del entorno; la expresión viva y
relevante de una belleza interior que quiere transformar tu vida.
Escuchar es poder
eliminar lo accesorio y aquellos preceptos autoimpuestos, con el fin de estar
en vela para reconocer a DIOS en tiempo presente: aprender del pasado,
explorando el futuro, manejando nuestros propios pensamientos, no con violencia,
sino con atención para consentir la vida desde lo que eres.
Escuchar en
definitiva es un encuentro consigo mismo y con la divinidad que vibra en la
frecuencia del amor, donde todos podemos estar presentes para conectarnos en
nuestro interior y desde allí conquistar nuestro entorno exterior.
Referencias
Grum, A. (2016) El arte de la justa medida. Madrid,
España: Editorial Trotta.
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