Cuando las personas
dejan este plano existencial conocido, se les recuerda por aquello que hicieron
o muchas veces dejaron de hacer. Es una experiencia que permite recordar un legado, aquellas cosas que marcaron la
diferencia para personas particulares o para una comunidad. Bien decía Stephen
Covey (2003), que había que imaginarse al final de la vida, frente a la “caja
negra” y ver qué decían los que estaban alrededor sobre aquel ser inanimado, para
comprender la misión personal o vocación que veníamos a desarrollar en el
mundo.
Muchos se han
preocupado por cómo serán recordados cuando ya no estén en este mundo, otros
sencillamente no piensan en eso y se concentran en aquello que su vocación les
inspira. Mientras los primeros, la misma vanidad personal les motiva para
desarrollar cosas que sean de interés y marquen una diferencia en lo exterior,
los segundos se concentran en transformar su entorno desde su realidad,
conectando vidas para lanzarlas a descubrir su potencial.
Entender un legado,
es comprender la esencia de un pensamiento, de una postura ante la vida, de una
práctica consistente y muchas veces dolorosa, cuando se trata de ser coherente
y consciente todo el tiempo respecto de aquello en que se cree. Un legado es la historia de una tradición
con sus aciertos y errores, la impronta de un ser que se donó a sí mismo para
que los demás pudiesen creer que había formas distintas de hacer las cosas y
transformar sus propias vidas.
Cuando vemos los
legados de las grandes civilizaciones del mundo, sólo vemos parte de lo que
ellos vivieron e hicieron en lo exterior, sus posibles creencias y aún sus
grandes misterios. Pero aquello que no vemos, está reservado para la estirpe de
los que buscan comprender aspectos insospechados de la dinámica de esas culturas,
sus formas de pensar, sus posturas ante el mundo y las inquietudes que los
motivaban.
Cuando hablamos de
un legado, hablamos de una inteligencia con vocación universal, una
tradición de reflexiones que deben conectar el pasado, entender el presente y
anticipar el futuro, una carrera, no contra el tiempo, sino contra la propia
existencia humana, para capitalizar las lecciones aprendidas, movilizar los
retos claves del momento actual y visualizar las consideraciones y escenarios
de futuros posibles y probables.
Un legado es una
oportunidad para flexibilizar nuestra visión del presente para crear contratos
de “desaprendizaje” en el futuro, una manera de abrirnos a comprender el mundo
de una manera distinta, deconstruyendo en cada nuevo paso, aquello que no nos permite
la posibilidad de ser los protagonistas de nuestro viaje. Cada ser humano ha venido al mundo para tener el papel principal en su
historia y el legado, es aquello que se funde en la realidad presente como el
aroma de una esencia que con el paso del tiempo permanece, suave y muchas veces
desapercibida.
Cuando pensemos en
el legado de nuestra vida, reflexiona no, sobre los bienes físico o tangibles
del cual has hecho uso responsable y que no podrás pasar a tu nueva dimensión,
sino en la forma como entendiste y le diste forma a los reflejos de esas cosas
en tu vida, para que otros descubran que somos seres holísticos, que no
pertenecemos a un plano particular, sino a una experiencia permanente de vida,
donde somos uno con todo lo que habita en el universo.
El Editor.
Referencias
Covey, S. (2003) Los siete hábitos de las
personas altamente efectivas. Buenos Aires, Argentina: Paidos. Recuperado de: http://www.dgsc.go.cr/dgsc/documentos/cecades/los-7-habitos-de-la-gente-altamente-efectiva.pdf
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