En la era de la economía
digital donde las monedas digitales, las criptomonedas y las “startups”
(empresas de base tecnológica novedosas) son la esencia de las relaciones
comerciales, ahora digitalmente modificadas, la pregunta que surge es ¿cómo se están repensando las relaciones
humanas en el contexto de lo digital?
Esta pregunta, nos
advierte la necesidad de balancear dos mundos complementarios, los cuales hoy
soy más evidentes y reales, como quiera que la juventud actual, plenamente
conectada, los revela con sus actuaciones: la presencialidad, la conversación
cara a cara, y la virtualidad, el contacto mediado por la tecnología y sus
representaciones, bien de manera sincrónica o asincrónica.
No se busca castigar
o señalar las bondades o limitaciones de cada una de la interacciones previamente
anunciadas, sino plantear una aproximación a la dinámica relacional que está
inmersa en cada una de ellas.
Mientras el
tradicional cara a cara, es una funcionalidad normal de los seres humanos, no
siempre es la más plena de ellas. Podemos interactuar cientos de veces en esta
forma y no poder comunicar o transmitir lo que realmente importa para
conectarnos con el otro. De igual forma, podemos iniciar una conversación
sincrónica o asincrónica con otro u otros, tratando de comprender las posturas
de sus aportes y tener un entendimiento distinto del que originalmente la
persona pudo haber planteado en su texto.
El reto en el fondo
no está en el medio ni en la forma de la interacción planteada, sino en la comprensión que ocurre en cada uno de los individuos. Ese ejercicio
de apropiación de la realidad, desde nuestra propia realidad histórica y experiencial
que genera el filtro natural de las acciones humanas y define la fuente de una
posible respuesta a ese estímulo externo que es la presencia del otro.
La presencialidad en
lo digital, debe ser un empeño por complementar la base de información que se
ha compartido con el otro, para establecer un sustento básico de comprensión
donde se nutre un dominio informacional claro, que habilita una oferta
operacional para actuar. Lo digital en la presencialidad, debe ser la apuesta para
clarificar lo que expresiones y pausas en la conversación se han revelado, para
afinar el entendimiento de lo que se ha compartido y permitir acciones
diferentes que respondan a las inquietudes de ambas partes.
Es claro que la
presencialidad plena, entendida como atención plena en el momento y totalidad
de lo que somos, no puede ser reemplazada por una conversación mediada por emoticones
y mensajes de voz. Por otra parte, un intercambio de mensajes instantáneos que
informa y motiva acciones en los otros, no es el signo distintivo de una
conversación enriquecida con expresiones y sentimientos particulares.
Por tanto, las dos
caras de esta misma realidad en el mundo digital, nos ilustran la
complementariedad de nuestras interacciones como quiera que ignorar alguna de
ellas, sería estar al margen de las bondades y exigencias que se deben atender en
medio de la economía digital y la necesidad de un contacto y encuentro permanente
con el prójimo.
El Editor
No hay comentarios:
Publicar un comentario