En el contexto
laboral, tres dimensiones son claves para tener una perspectiva global de esta
realidad: (Echeverría, 2015, p.66)
- La tarea individual
- Las actividades de coordinación
- El trabajo reflexivo de aprendizaje
Es claro que la
concreción de un resultado corporativo no solo depende de la habilidad de una
persona, sino de la suma de habilidades y coordinaciones de varios individuos
que persiguen un mismo objetivo. En este sentido, la tarea individual tiene
sentido tanto cuanto podamos conectarla con las actividades de equipo, como
quiera que la contribución final no se puede medir como el aporte particular de
cada participante, sino como la resultante de una conexión de esfuerzos que se
manifiestan en un logro.
En este ejercicio de
sintonía de relaciones y coordinaciones, “reconocemos
la complejidad de las cosas, por lo que cuanto mayor es el conocimiento de la
complejidad, más alto es el nivel de desorden y de incertidumbre” (Colom,
2002, p.101). En consecuencia, cada vez más nos apartamos de los trabajos
basados en un orden particular y certezas, para desarrollar habilidades y
capacidades para proponer alternativas en entornos cada vez más inciertos e
inestables.
Basado en lo
anterior, el trabajo reflexivo de aprendizaje se revela como una práctica
necesaria para el desarrollo de la actividad laboral. Una actividad que demanda
explorar opciones diferentes de hacer la cosas; habilitar espacios para motivar
la contradicción y contrastación con la realidad vigente, de tal manera, que sea
posible hacer ensayos y cometer errores de forma segura, con el fin de lograr
un análisis fuera de lo común y traspasar los resultados hasta ahora logrados.
Si nos quedamos con
una vista individual del trabajo y nos aislamos de la realidad social que
exhibe el fenómeno laboral, estamos parcelando la esencia de los resultados y
más aún desconociendo el poder transformador de la interacción personal como un
hecho convergente de conversaciones que hace que las cosas pasen. Cuando situamos la realidad social en el
trabajo, hacemos que el conocimiento resultado de la construcción del tejido
humano, sea circuito comunicante de una realidad bajo formatos de diferencias
aparentes.
Si aceptamos que “el hombre no estudia la realidad, sino que
crea una realidad que pueda ser estudiada con los mecanismos narrativos que
posee el hombre” (Colom, 2002, p.150) el trabajo es un reflejo de una
realidad colectiva construida alrededor de intereses particulares para lograr
resultados distintos.
Así las cosas, las transformaciones de la realidad
vigente corresponden con experiencias del pasado, que deben renovarse desde la
sospecha de la intervención de nuevos factores y así deconstruir al observador
y sus acciones para producir nuevas piezas en el entorno que cambien la lógica
y las conclusiones actuales.
El Editor
Referencias
Colom, A. (2002) La (de)construcción del conocimiento
pedagógico. Nuevas perspectivas en teoría de la educación. Barcelona,
España: Paidos
Echeverría, R.
(2015) La empresa emergente. La confianza
y los desafíos de la transformación. Buenos Aires, Argentina: Gránica.
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