domingo, 5 de junio de 2016

Trabajador: Decodificar la transformación de la realidad

En el contexto laboral, tres dimensiones son claves para tener una perspectiva global de esta realidad: (Echeverría, 2015, p.66)
  • La tarea individual
  • Las actividades de coordinación
  • El trabajo reflexivo de aprendizaje
Muchos de los análisis que se realizan sobre el escenario del trabajo se concentran en la tarea individual, en el desempeño de la persona para lograr un resultado, pero pocas veces de su coordinación con otros y menos de su trabajo reflexivo de aprendizaje.

Es claro que la concreción de un resultado corporativo no solo depende de la habilidad de una persona, sino de la suma de habilidades y coordinaciones de varios individuos que persiguen un mismo objetivo. En este sentido, la tarea individual tiene sentido tanto cuanto podamos conectarla con las actividades de equipo, como quiera que la contribución final no se puede medir como el aporte particular de cada participante, sino como la resultante de una conexión de esfuerzos que se manifiestan en un logro.

En este ejercicio de sintonía de relaciones y coordinaciones, “reconocemos la complejidad de las cosas, por lo que cuanto mayor es el conocimiento de la complejidad, más alto es el nivel de desorden y de incertidumbre” (Colom, 2002, p.101). En consecuencia, cada vez más nos apartamos de los trabajos basados en un orden particular y certezas, para desarrollar habilidades y capacidades para proponer alternativas en entornos cada vez más inciertos e inestables.

Basado en lo anterior, el trabajo reflexivo de aprendizaje se revela como una práctica necesaria para el desarrollo de la actividad laboral. Una actividad que demanda explorar opciones diferentes de hacer la cosas; habilitar espacios para motivar la contradicción y contrastación con la realidad vigente, de tal manera, que sea posible hacer ensayos y cometer errores de forma segura, con el fin de lograr un análisis fuera de lo común y traspasar los resultados hasta ahora logrados.

Si nos quedamos con una vista individual del trabajo y nos aislamos de la realidad social que exhibe el fenómeno laboral, estamos parcelando la esencia de los resultados y más aún desconociendo el poder transformador de la interacción personal como un hecho convergente de conversaciones que hace que las cosas pasen. Cuando situamos la realidad social en el trabajo, hacemos que el conocimiento resultado de la construcción del tejido humano, sea circuito comunicante de una realidad bajo formatos de diferencias aparentes.

Si aceptamos que “el hombre no estudia la realidad, sino que crea una realidad que pueda ser estudiada con los mecanismos narrativos que posee el hombre” (Colom, 2002, p.150) el trabajo es un reflejo de una realidad colectiva construida alrededor de intereses particulares para lograr resultados distintos. 

Así las cosas, las transformaciones de la realidad vigente corresponden con experiencias del pasado, que deben renovarse desde la sospecha de la intervención de nuevos factores y así deconstruir al observador y sus acciones para producir nuevas piezas en el entorno que cambien la lógica y las conclusiones actuales.

El Editor

Referencias
Colom, A. (2002) La (de)construcción del conocimiento pedagógico. Nuevas perspectivas en teoría de la educación. Barcelona, España: Paidos
Echeverría, R. (2015) La empresa emergente. La confianza y los desafíos de la transformación. Buenos Aires, Argentina: Gránica.

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