sábado, 11 de junio de 2016

¿Qué es la realidad?

Construimos en cada momento la realidad de la cual hacemos parte. La tradición de nuestros antepasados nos moldea y define frente al ejercicio de observación del escenario donde actuamos. Los paradigmas que utilizamos nos reiteran la “verdad” de la sociedad de la que hacemos parte. ¿Te has puesto a pensar si aquello que nadie cuestiona es posible cambiarlo o reformarlo? ¿Estarías dispuesto a mostrar una forma distinta de hacer las cosas y resistir la fuerza de la inercia organizacional que quiere que vuelvas a tu lugar?

Nuestras propias creencias muchas veces nos ciegan sobre las posibilidades o nos restringen de nuestras opciones. Revelar eso en lo que creemos y motivar un cambio en aquellos supuestos sobre los cuales hemos puesto nuestra seguridad, implica un ejercicio arriesgado que crea una arena movediza conceptual y una inestabilidad académica, que te lanza a explorar y probar nuevas formas de comprender la realidad y mirar qué resultado se obtiene.

Cuando recorres un nuevo camino en el conocimiento, fundado en propuestas previas y novedosas, habilitadas para explorar lo incierto, no tienes restricciones basadas en conceptos pasados, sino la experiencia inédita de construir con cada paso, esa realidad emergente que se descubre ante tus ojos y tu mente, en la cual el protagonista principal, siempre está caminando por primera vez sobre “el nuevo mundo”.

Ser un descubridor de la realidad, es decir deconstruir los linderos que otros con sus reflexiones han puesto para delimitarla, es correr la cortina de la “caja” donde estamos y actuamos, para crear una nueva paleta de colores que permita dibujar un entorno diferente; un contexto donde se define una interpretación alterna de lo que vemos, entendemos y hacemos, que nos proyecta en una episteme distinta que nos permite ser “otros distintos”.

Cuando alguien propone una vista alterna de la realidad, un movimiento teórico enriquecido, es como recibir una piedra que astilla nuestros lentes actuales de la vida, un quiebre personal, que inicia con la identificación de la fisura en los lentes y luego la reflexión sobre la montura que los sostiene. El observador que observa la realidad se activa para indicar el proceso de “interpretación actual” y motivar una postura diferente que se sobrepone al pensamiento mismo y así “caminar sobre las aguas” de nuestras propias seguridades.

Si entendemos que todo en el universo está conectado y que los azares de la vida, son solo efectos de las inestabilidades de las relaciones, así como la creación y renovación de otras, hacemos evidente nuestro papel en el mundo, nuestra misión real que conecta cada una de las acciones que realizamos y los retos que alcanzamos. Esto es, somos parte de un tejido social y de significados donde transitan nuestros proyectos y se apalancan nuestros sueños, una red de conocimiento de la cual nos nutrimos para vivir conectados y socialmente modificados.

Así las cosas, aquello que llamamos realidad, no es otra cosa que una narrativa particular que hacemos según nuestra experiencia; una paradoja que intenta explicar lo contingente de la vida desde el orden universal presente en todas las cosas, la búsqueda de la pieza faltante donde el hombre encuentra con su propia identidad y contradicción: la luz de DIOS.

El Editor.

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