Cuando se genera
contradicción, roce o intercambio de ideas en abierta contraposición, se
experimenta una necesidad interna de “defender” una posición, pues se hace
imperioso mostrar que tenemos la capacidad de argumentar e ilustrar que el
contrario no tiene la razón y así “ganar” el pulso que se ha planteado sobre
las ideas en debate.
Si miramos en
detalle, que es lo que ocurre frente a lo anteriormente planteado, se advierte
la necesidad de “controlar” y “dominar” a nuestro oponente, con el fin sentirnos
tranquilos y menos vulnerables o débiles y así ganar respeto y posición frente
a la audiencia. La vulnerabilidad es síntoma de que “pronto seremos superados”,
por lo que requerimos validar nuestra estima personal en el desafío con el
otro.
Cuando renunciamos a
la confrontación, se nos tilda de “apocados”, “faltos de carácter” o incluso “pusilánimes”.
Esta actitud, en los referentes naturales de las organizaciones, implica dejar
que otros decidan y tomen acciones que puedan ser menos apropiadas para la
empresa en esos momentos. Por tanto, no son las ideas las que deben ser
acalladas, sino la forma como son presentadas y el propósito de las mismas.
Debe primar el bien general sobre el bien particular.
Una contradicción,
debe ser una oportunidad para construir, pues se hace evidente un continuo de
opciones que cruzan, por lo menos, dos puntos de vista. En este sentido, la
construcción colectiva tiene un espacio privilegiado para demostrar que las
explicaciones y retos frente a la situación estudiada, tiene la fuerza para motivar
una co-creación participativa, que reconoce el punto de vista de los que
participan y la fuerza misma de sus argumentos.
Sentirnos “vulnerables”
suele ser una mala práctica para sobrevivir en las organizaciones, pues en la
cadena alimenticia los grandes y “fuertes”, por lo general suelen consumir a
los pequeños y “débiles”. Sin embargo, muchos olvidan que los “fuertes” se
confían de sus grandes dotes, desestimando los esfuerzos de los “débiles”,
quienes permanecen siempre alertas y buscando oportunidades, sin pensar que en algún
momento las cosas pueden y serán distintas.
Nunca subestimes un
punto de vista o trates de invisibilizar a una persona porque está en abierta
contraposición contigo, pues esa postura lo que hace es validar tus propias
reflexiones, creando una zona de oportunidad para complementar tu punto de
vista. Negarte esa posibilidad es “reaccionar” y no “comprender” lo que el otro
trata de aportar.
La inercia que se genera en la comodidad de los “fuertes” es la ventaja competitiva que capitalizan los “débiles”.
Mientras más vulnerable me siento frente a una
situación, se activa la necesidad de profundizar y avanzar por caminos
distintos, anticipar posibles amenazas y actuar de formas inesperadas. El
fuerte, en su zona de confort, suele enfrentar la discontinuidad con reacciones
drásticas y generalmente dolorosas.
Finalmente, cuando
superamos el sentimiento de “control y dominio” y nos conectamos con la
inestabilidad de la “vulnerabilidad”, podemos liberarnos de nuestros propios
apegos y desarrollar todo el potencial que tenemos para compartir y aprender de
nosotros mismos y con los demás.
El Editor
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