sábado, 30 de abril de 2016

El árbol del éxito

Consideremos la siguiente parábola: “el triunfo es como un árbol frondoso, vemos y apreciamos su belleza y sus frutos, pero no vemos sus raíces. El árbol del triunfo crece en el jardín de la actividad elegida y se abona con la dedicación, con esfuerzo y determinación. Nada lo detiene, todo suma y lo alimenta, las dificultades lo fortalecen y las bondades lo purifican” (Adaptado de: Yates, 2008, p.60).

La naturaleza de este árbol es bastante singular. Su semilla ni es la más grande, ni la más fina. No se encuentra frecuentemente entre las más comunes y cuando se halla, su forma no es la más agradable a la vista. El proceso de siembra requiere un terreno fértil: lleno de pasión, de misterio, de inestabilidad y de volatilidad. La lluvia de las vicisitudes la debe regar para que los nutrientes más selectos de la naturaleza penetren la esencia de esta semilla.

El árbol del éxito es el más apetecido por sus frutos, por su fortaleza y su capacidad de resistencia a las plagas. Cuando este árbol crece en medio de las contradicciones y la incertidumbre, es capaz de elevarse y desarrollar ramas y hojas que resplandecen y cambian de color en el día, que alejan a los depredadores de sus resultados: la inercia, la pereza, la indecisión y la comodidad.

El árbol del éxito se reproduce en medio de árboles comunes, los cuales lo cubren y lo ocultan a la realidad. Es necesario que el sembrador sea cuidadoso para ubicarlo y seleccionarlo en medio de la multitud, para lo cual deberá reconocer aquellas especies cotidianas y cambiantes para no dejarse confundir con las apariencias de lo que puede ser un espejismo de una transformación y no la esencia del éxito.

El sembrador de este árbol no está acostumbrado a los atajos o fórmulas milagrosas que hacen crecer el árbol del éxito sin valor, sin esfuerzo, sin dedicación y menos sin sacrificios. La semilla debe pagar el precio del entorno, tener las marcas de las plagas y las conquistas de sus luchas. Es una semilla que debe morir, para mudar su forma original y revelar la esencia de su valor interior, una declaración de independencia que conecta el tejido divino con la vida humana.

El árbol del éxito tiene un extraño comportamiento, se oculta cuando brilla el sol y se crece en medio de la adversidad, no deja pistas de sus virtudes y comparte sus aprendizajes. El árbol del éxito no se deja cautivar por las palabras lisonjeras del sembrador y ni se acomoda por sus logros. Es una planta que se alimenta de los errores, de las oscuridades y las angustias para configurar una fotosíntesis interior que brilla en los ojos de los han desatado sus “creencias” exteriores.

Cuando vayas a cosechar del árbol de éxito, recuerda que sus frutos son jugosos premios del amor, recubiertos con el oro de la obediencia y con olores diversos y penetrantes de los perseverantes, resultados que contagian el ambiente y renuevan sus nutrientes. No permitas que este árbol se contamine con sustancias tóxicas como la envidia, el ego, la arrogancia y la apatía, pues ellas son amenazas, que, si alcanzan la savia del torrente interno, pueden destruirlo en el largo plazo.

El Editor

Referencia

Yates, C. (2008) La empresa sabia. La excelencia para una gestión innovadora. España: Díaz de Santos.

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