En un mundo de
cambios acelerados y tendencias digitales, la vida se convierte en un ejercicio
permanente de reinvención. Generar valor, sorprender positivamente al cliente y
crear discontinuidades de forma periódica son los “mantras” empresariales que
dominan la literatura disponible sobre la gerencia en el siglo XXI.
En este entendido,
los seres humanos son lanzados a una exigencia continua de actualización,
desaprendizaje y renovación de la forma en que ven el mundo. La apertura a
distintas formas de comprender la realidad, motivar la contradicción y la
diferencia, así como cruzar umbrales de conocimiento hacia terrenos
desconocidos, son los nuevos normales que se suman a la experiencia diaria para
mantenerse al día y aumentar su empleabilidad en un entorno cada vez más
competitivo y retador.
Bajo estas condiciones,
los profesionales en sus diferentes disciplinas necesariamente deben tender
puentes interdisciplinarios y transdisciplinarios que permitan aumentar su
capacidad de asombro frente a la realidad, mejorar sus reflexiones alrededor de
los retos en sus dominios de conocimiento y en particular, incrementar su
capacidad de pensar de forma sistémica, que no es otra cosa que reconocer la
relaciones que tiene con su contexto, mantener una curiosidad insaciable,
observar los tonos de grises de las posturas de los otros y nutrirse de las apreciaciones
contrarias de los terceros.
De manera que, si se
quiere mantener una postura estratégica y privilegiada en estos tiempos
dinámicos, asimétricos e inciertos, debemos asumir la incertidumbre como el
insumo natural de nuestras posiciones, capitalizando lecturas de la realidad “fuera
de la caja”, que creen realidades y escenarios diferentes, que cambien la forma
como se hacen las cosas. Claridad en lo que se quiere, conectar con la
emocionalidad del otro y simplificar la acción que moviliza, son los tres
elementos claves para transformar lo que era imposible en algo viable, en una
opción que no existía, en una oportunidad que revela una nueva partitura en la sinfonía de la vida.
Ser parte de la
discontinuidad, que crea sorpresas positivas para otros y cambia la percepción
de la realidad, es asumir un reto personal y sistémico de conectarse con la
totalidad; permanecer como un explorador de tendencias y patrones que se
ocultan a los ojos cotidianos y se revela a la mirada de los que identifican
los detalles. En este sentido, la vida no está hecha para aquellos que ven que
las cosas pasan, sino para aquellos que hacen que las cosas pasen.
No podemos dejar que
la inercia de nuestros logros, de los reconocimientos, del trabajo estable y de
la rutina congele y oxide la capacidad inherente de cambio y transformación que
tenemos. Libérate de todas las excusas que tienes para salir de tu zona cómoda
y lánzate a renovar tus votos perpetuos con el conocimiento, declaraciones que
reconocen la vulnerabilidad de aquello que no sabemos (humildad), el
desconocimiento de lo que indagamos (ignorancia) y la inestabilidad de lo que
hemos aprendido (saberes propios).
Por tanto, aprende de tus fallas y extrae el máximo valor de ellas, comparte tus lecciones e identifica
tus patrones de actuación, para que, en un entorno psicológicamente seguro,
descubras el potencial de desarrollo que tienes para conquistar los retos más
complejos y ambiguos que la vida tiene para llevarte al siguiente nivel.
El Editor
Referencias
Birkinshaw, J. y
Haas, M. (2016) Increase your return on failure. Harvard Business Review. Mayo. 1-7
Coaching Room (2016) Thinking Globally Is A Skill That Can Be Taught. Recuperado de: http://www.thecoachingroom.com.au/blog/thinking-globally-is-a-skill-that-can-be-taught
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