Muchas veces la
respuesta para transformar o cambiar una persona o un concepto implica un
cambio de paradigma (fundar una nueva aproximación científica), quebrar una
forma de ver el mundo (una suspensión de la realidad) o cambiar un hábito,
acciones que demandan un alto consumo de energía tanto en aquellos que
promueven la nueva visión, como en los individuos donde debe ocurrir la
metanoia.
Para lograrlo son
varias las estrategias que se emplean para conquistar ese, muchas veces esquivo,
cambio que se quiere. Los especialistas en estos temas acuden a ciencias como
la educación, la psicología, el comportamiento, la sociología o la biología,
como fundamento para establecer el plan y las actividades que logren mudar un
comportamiento o hábito, para que otro se incorpore, o mejor aún se apropie una
distinción nueva que se fusione con el conocimiento previo del individuo.
Cualquiera sea la
aproximación utilizada, el centro del ejercicio es “conocer, revelar, descubrir
e intervenir” la esencia misma de la persona, para instalar aquello que se
quiere modificar en el actuar de los individuos. Mientras las personas no
conozcan y no entiendan lo que se pretende con la intervención y adicionalmente
el entorno donde sus comportamientos se hacen realidad, no se modifique para
fortalecer el patrón que se quiere incorporar, los participantes crearán una
barrera invisible que limitará la transformación requerida.
Los seres humanos cambian
cuando son parte de una propuesta compartida, donde se identifican y se hacen
uno con ella; cuando saben que de allí sacarán un provecho particular y al
tiempo ayudarán a otros, cuando ven que pueden evolucionar y modificar su
propio entorno. Los comportamientos humanos responden no solamente a los
estímulos exteriores que moderan sus manifestaciones, sino a motivaciones
internas que actúan como detonadores de los momentos de verdad que cambian sus
vidas.
En este escenario,
no es sólo el conocimiento, su comportamiento, su relación con los otros o la
manera como se comunica, es la que hace la diferencia en un individuo para alcanzar
una modificación personal, sino la sintonía de todas ellas en una vista única e
inédita que reemplaza una lectura interior del mundo y la habilita para
cuestionar sus propios resultados y motivar una percepción distinta de la vida que
renueva sus saberes previos.
Así las cosas, esa
nueva estrella naciente interior, llamada cambio, que es la novedad que se
instala en la cosmovisión de la persona, requiere una materialización práctica
que fortalezca lo que ha incorporado en sus creencias y valores, para
desarrollar una actitud que conmuta entre la realidad modificada y sus
aprendizajes recientes, de tal forma que se quiebre la inercia de lo conocido y
se conviva con la ambigüedad, las dudas y los inciertos como fundamento de sus
actuaciones futuras.
Cuando esto ocurre
un nuevo nivel de energía se ha activado en el individuo, uno que lo localiza
en un sitio privilegiado de evolución superior y lo saca de su tranquilidad conceptual, para
lanzarlo a crear momentos de transformación que lo mantienen desinstalado de lo
conocido y en sintonía permanente con la invariable asimetría y volatilidad del
entorno.
El Editor
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