domingo, 17 de abril de 2016

Cambiar: Desinstalarse de lo conocido

Muchas veces la respuesta para transformar o cambiar una persona o un concepto implica un cambio de paradigma (fundar una nueva aproximación científica), quebrar una forma de ver el mundo (una suspensión de la realidad) o cambiar un hábito, acciones que demandan un alto consumo de energía tanto en aquellos que promueven la nueva visión, como en los individuos donde debe ocurrir la metanoia.

Para lograrlo son varias las estrategias que se emplean para conquistar ese, muchas veces esquivo, cambio que se quiere. Los especialistas en estos temas acuden a ciencias como la educación, la psicología, el comportamiento, la sociología o la biología, como fundamento para establecer el plan y las actividades que logren mudar un comportamiento o hábito, para que otro se incorpore, o mejor aún se apropie una distinción nueva que se fusione con el conocimiento previo del individuo.

Cualquiera sea la aproximación utilizada, el centro del ejercicio es “conocer, revelar, descubrir e intervenir” la esencia misma de la persona, para instalar aquello que se quiere modificar en el actuar de los individuos. Mientras las personas no conozcan y no entiendan lo que se pretende con la intervención y adicionalmente el entorno donde sus comportamientos se hacen realidad, no se modifique para fortalecer el patrón que se quiere incorporar, los participantes crearán una barrera invisible que limitará la transformación requerida.

Los seres humanos cambian cuando son parte de una propuesta compartida, donde se identifican y se hacen uno con ella; cuando saben que de allí sacarán un provecho particular y al tiempo ayudarán a otros, cuando ven que pueden evolucionar y modificar su propio entorno. Los comportamientos humanos responden no solamente a los estímulos exteriores que moderan sus manifestaciones, sino a motivaciones internas que actúan como detonadores de los momentos de verdad que cambian sus vidas.

En este escenario, no es sólo el conocimiento, su comportamiento, su relación con los otros o la manera como se comunica, es la que hace la diferencia en un individuo para alcanzar una modificación personal, sino la sintonía de todas ellas en una vista única e inédita que reemplaza una lectura interior del mundo y la habilita para cuestionar sus propios resultados y motivar una percepción distinta de la vida que renueva sus saberes previos.

Así las cosas, esa nueva estrella naciente interior, llamada cambio, que es la novedad que se instala en la cosmovisión de la persona, requiere una materialización práctica que fortalezca lo que ha incorporado en sus creencias y valores, para desarrollar una actitud que conmuta entre la realidad modificada y sus aprendizajes recientes, de tal forma que se quiebre la inercia de lo conocido y se conviva con la ambigüedad, las dudas y los inciertos como fundamento de sus actuaciones futuras.

Cuando esto ocurre un nuevo nivel de energía se ha activado en el individuo, uno que lo localiza en un sitio privilegiado de evolución superior y lo saca de su tranquilidad conceptual, para lanzarlo a crear momentos de transformación que lo mantienen desinstalado de lo conocido y en sintonía permanente con la invariable asimetría y volatilidad del entorno.


El Editor 

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