domingo, 13 de marzo de 2016

Tres posturas para tiempos inciertos

En estos tiempos turbulentos llenos de sorpresas inesperadas, donde en cada momento se puede presentar una nueva disrupción, un cambio no previsto, nuestra capacidad de anticipación y respuesta se pone a prueba. Todo lo que hemos aprendido del pasado, nos ha permitido llegar hasta este instante, sin embargo, esto no es garantía de que podamos alcanzar la siguiente etapa de la evolución del mundo.

En este sentido, nuestra preparación frente a esta realidad debe mantener tres posturas claves para balancear nuestras expectativas sobre el futuro y la evidencia del presente. Anticipar las fallas, Mantener el foco y Fortalecer la fe, son los tres pilares de una vida siempre presente, activa y en movimiento, que no busca asegurar un statu quo, sino una reinvención permanente de nosotros mismos.

Anticipar las fallas, es una postura que busca explorar hacia adelante, creando contextos psicológicamente seguros, espacios de prueba y análisis, que permitan aprender y desaprender aquellos conceptos que conocemos, para plantear y ajustar los marcos de pensamiento requeridos antes que las situaciones inciertas puedan aparecer. Anticipar las fallas, implica movernos en linderos desconocidos para explorar nuevas oportunidades y formas distintas de ver el mundo.

Cuando somos capaces de enfrentar aquello que no está diseñado o es inexistente a la realidad actual, estamos cambiando la forma como pensamos, creando contextos de reflexión enriquecidos y fundando formas alternas de entender el mundo, que posiblemente serán contradictorias y extrañas para aquellos que se han instalado en el presente y no en aquel sitio en el futuro, donde otros ya empiezas a habitar.

Mantener el foco, es tener claro nuestro plan de vuelo, nuestra hoja de ruta, el horizonte que queremos alcanzar y las metas que queremos lograr. Tener claridad de este camino, no significa que no se puede cambiar o ajustar, implica que sabemos qué queremos y qué cosas debemos desarrollar para alcanzar eso que se convierte en nuestro propósito o plan de vida. El foco en la vida nos ensancha el camino, nos propone vistas alternas, todo alrededor suma y se confabula para orquestar el plan que con el paso del tiempo se va configurando.

Mantener el foco, significa tener un mapa, que, si bien no es el territorio, si representa una aproximación de mismo. Este mapa debe sufrir con el tiempo ajustes y mejoras, como quiera que los resultados de las “fallas anticipadas”, se obtiene mayor y mejor información que permite profundizar en los retos que se tienen hacia adelante para acercarnos al propósito que queremos alcanzar en nuestra vida.

Fortalecer la fe, es mantener nuestra conexión con aquello sagrado en lo que creemos. Esa fuerza motora que nos impulsa, aún en los momentos de mayor oscuridad, a avanzar sabiendo que la fuerza de la bondad y la luz, nos dará las orientaciones para perseverar y probar que somos dignos del reto que se nos impone para continuar nuestra ruta para alcanzar nuestro mayor potencial.

Entender que somos frágiles, débiles y maleables, nos hace mantener nuestra vigilancia sobre nuestros deseos y luchas internas, para continuar avanzando hacia aquel foco que nos moviliza en la vida, sabiendo que tendremos muchas renuncias, que nos harán más livianos para avanzar con mayor celeridad y claridad hacia el destino que nos hemos trazado.

Si vivimos estas tres condiciones en la vida, estaremos siempre incómodos con nosotros mismos, en movimiento por nuestros propios retos y en oración permanente con la divinidad, en sintonía con sus gracias y bendiciones. De esta forma, la existencia deja de ser una repetición de una escena conocida y se transforma en una versión inédita diaria, que nos lanzamos a vivir de forma intencional e intensamente decidida.


El Editor.

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