Con frecuencia
observamos que existen personas que se lanzan a apoyar causas particulares,
objetivos habitualmente colectivos para ayudar a otros, sin que ello implique
una remuneración económica o reconocimientos específicos. Estos individuos
transmiten una energía propia, que conduce y motiva para concretar un reto
común, una necesidad de compartir su tiempo, fuerza y vida para que alcanzar
metas que están más allá de sus expectativas personales.
Estos seres humanos,
que asumen como propias causas colectivas, bien para asociaciones o gremios, generalmente
sin ánimo de lucro, saben que sus acciones tienen como objetivo la realización
de obras que construyen valor para otros, esto es, satisface expectativas de
cambio que por mucho tiempo se han prometido y ahora es momento de
materializarlas y lograr la transformación requerida.
Las personas que aceptan
como propias causas superiores, que implican salir de su zona cómoda y aportar
a la construcción de un colectivo para beneficiar a otros, saben que estarán
sometidos a exigencias superiores y a mantenerse activos en la conexión y
colaboración con los otros. Será un ejercicio de construir comunidad alrededor
de una esencia común, donde la divergencia de opinión es la base de la
construcción de acuerdos sólidos y permanentes.
Todo aquel que
quiera participar de un equipo, donde la base de trabajo es la suma de
voluntades y no la lucha de egos, deberá renunciar a su percepción de poder y
conectar el corazón, la cabeza y las manos (Blanchard, Ripley y Parisi-Carew, 2015),
para fundar la base de la colaboración requerida y así motivar a otros en el
ejercicio de aprender a desaprender, es decir aumentar su capacidad para
adaptarse a los cambios. Lo anterior implica, no donar de lo que se tiene, sino
donarse así mismo para fluir con el propósito superior que busca la comunidad
de la cual hace parte.
Quien decide
pertenecer a este tipo de iniciativas, donde se trabaja por causas de
colectivos y logros para otros, sabe que deberá tener desarrollar flexibilidad
mental, esto es, valorar una misma realidad de forma diferente, buscar y
comprender las opiniones de otros, resistir y manejar los contradictores, vislumbrar
los retos como oportunidades y creer firmemente que el logro de los objetivos
es posible.
Estos individuos que
ha optado por apoyar causas de otros, generalmente llamados “voluntarios”, que
ejercen la práctica del “voluntariado”, saben que ingresan a un mundo donde
otros de igual forma han asumido una causa común y comparten sus habilidades y
fortaleza para concretar logros colectivos. Saben que se unen a un curso de
liderazgo donde todo su ser estará comprometido para motivar cambios personales
y comunitarios, y no habrá espacio para regresar la zona cómoda.
Ser voluntario
implica entender, de acuerdo con Collis (2010) el cuadro general de la
situación que nos convoca, articular objetivos y retos para superar,
identificar patrones, relaciones y tendencias para establecer el mapa del
territorio, generar alternativas y posibilidades de actuación, priorizar cada
una de las acciones a realizar y finalmente, ejecutar las actividades
previstas, cuyos resultados positivos o no, serán insumo permanente para
continuar aprendiendo, desconectando los puntos de la realidad para tomar
decisiones que sumen siempre a esa meta superior de la cual se hace parte.
Referencias
Collis, D. (2010) Thinking strategically. Pocket Mentor.
Boston, Masachussets. USA: Harvard Busines Press.
Blanchard, K.,
Ripley, J. y Parisi-Carew, E. (2015) La
colaboración comienza con usted. Atrévase a romper las estructuras. Bogotá,
Colombia: Editorial Planeta
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