lunes, 21 de marzo de 2016

Reinvención espiritual

Se dice que la innovación es un imperativo para la supervivencia de los negocios actuales, que demanda una experiencia novedosa para los clientes, que exige plataformas digitales donde ellos puedan crear su propia realidad y particularmente, habilitar nuevas capacidades que les permitan proyectar su propio valor y así diferenciarse.

Cuanto nos distraemos con las cosas del mundo, para motivarnos a crear entornos distintos, realidades diferentes. Las luces y espejismos que brillan en nuestro ambiente, crean un efecto distractor que nos alejan de las cosas fundamentales y de las transformaciones necesarias para conquistar nuestros retos. Cuando los reflectores y las luces de fuera, perturban las potencialidades internas, nos desenfocamos y perdemos la fuerza para renovar nuestra vida.

La incertidumbre, las dudas y las volatilidades son los nuevos maestros de nuestra vida, los ejercitantes del desaprendizaje permanente que debemos tener para mantenernos fuera de la zona cómoda y focalizados para comprender aquello que escapa a nuestros propios paradigmas. Reinventarse es el ejercicio de capacidades que demanda la nueva realidad cambiante, para liberarnos de nuestros propios éxitos y así fallar de manera anticipada, concretando nuevos espacios para crear distinciones antes inexistentes.

La semana mayor de los católicos es una semana de reinvención para establecer una ruta de desaprendizaje, de liberación de nuestros propios inciertos y de conquista de los temores individuales. Un ejercicio de reto de los éxitos obtenidos y la búsqueda de la novedad del evangelio; una inmersión personal que supone salir de sí mismo para entrar en sintonía con el otro. Todo aquel que vive la semana mayor con la intensidad que demanda, terminará siendo un nuevo otro, una reinvención de sí mismo.

Reinventarse, como la figura de Cristo lo hace de forma permanente, es confrontar nuestra propia vida, con los retos del sacrificio humano de la cruz. Es comprender que el éxito no está en cuánto has ganado o conseguido en la vida, sino cuánto has compartido, cuánto has aprendido y desaprendido, cuánto has enseñado y sobre manera cuánto te has esforzado por reconocer al otro como verdadero otro.

Innovar durante la semana mayor supone quebrar nuestros lentes a través de los cuales observamos la realidad, reconstruir la lectura del tejido social en clave de la fe y asumir el reto de transfiguración que nos propone “el crucificado”. Sólo podemos sobrevivir y mantenernos en el camino espiritual, si creamos una experiencia renovada de nuestra fe, si asumimos los retos de aquello que es invisible a los ojos y nos conectamos con la esencia misma de lo sagrado y trascendente.

Que la semana mayor sea la ocasión para desconectar aquellos puntos de la realidad egocéntrica de la sociedad, incorporar la vista enriquecida del mensaje del evangelio y así reconectar nuevamente nuestra propia visión del entorno, creando mensajes contradictorios y disruptivos que retan la comprensión de aquellos atrapados en las lisonjas y reconocimientos del mundp, como agentes de cambio dispuestos a quebrar lo que no está roto y así reconstruir nuestra existencia con filigranas de oro representadas por la fe, la esperanza y el amor.


El Editor

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