Se dice que la
innovación es un imperativo para la supervivencia de los negocios actuales, que
demanda una experiencia novedosa para los clientes, que exige plataformas digitales
donde ellos puedan crear su propia realidad y particularmente, habilitar nuevas
capacidades que les permitan proyectar su propio valor y así diferenciarse.
Cuanto nos
distraemos con las cosas del mundo, para motivarnos a crear entornos distintos,
realidades diferentes. Las luces y espejismos que brillan en nuestro ambiente,
crean un efecto distractor que nos alejan de las cosas fundamentales y de las
transformaciones necesarias para conquistar nuestros retos. Cuando los
reflectores y las luces de fuera, perturban las potencialidades internas, nos
desenfocamos y perdemos la fuerza para renovar nuestra vida.
La incertidumbre,
las dudas y las volatilidades son los nuevos maestros de nuestra vida, los
ejercitantes del desaprendizaje permanente que debemos tener para mantenernos
fuera de la zona cómoda y focalizados para comprender aquello que escapa a
nuestros propios paradigmas. Reinventarse es el ejercicio de capacidades que
demanda la nueva realidad cambiante, para liberarnos de nuestros propios éxitos
y así fallar de manera anticipada, concretando nuevos espacios para crear
distinciones antes inexistentes.
La semana mayor de
los católicos es una semana de reinvención para establecer una ruta de desaprendizaje,
de liberación de nuestros propios inciertos y de conquista de los temores individuales.
Un ejercicio de reto de los éxitos obtenidos y la búsqueda de la novedad del
evangelio; una inmersión personal que supone salir de sí mismo para entrar en
sintonía con el otro. Todo aquel que vive la semana mayor con la intensidad que
demanda, terminará siendo un nuevo otro, una reinvención de sí mismo.
Reinventarse, como
la figura de Cristo lo hace de forma permanente, es confrontar nuestra propia
vida, con los retos del sacrificio humano de la cruz. Es comprender que el
éxito no está en cuánto has ganado o conseguido en la vida, sino cuánto has
compartido, cuánto has aprendido y desaprendido, cuánto has enseñado y sobre
manera cuánto te has esforzado por reconocer al otro como verdadero otro.
Innovar durante la
semana mayor supone quebrar nuestros lentes a través de los cuales observamos
la realidad, reconstruir la lectura del tejido social en clave de la fe y
asumir el reto de transfiguración que nos propone “el crucificado”. Sólo
podemos sobrevivir y mantenernos en el camino espiritual, si creamos una
experiencia renovada de nuestra fe, si asumimos los retos de aquello que es invisible
a los ojos y nos conectamos con la esencia misma de lo sagrado y trascendente.
Que la semana mayor
sea la ocasión para desconectar aquellos puntos de la realidad egocéntrica de
la sociedad, incorporar la vista enriquecida del mensaje del evangelio y así reconectar
nuevamente nuestra propia visión del entorno, creando mensajes contradictorios y
disruptivos que retan la comprensión de aquellos atrapados en las lisonjas y
reconocimientos del mundp, como agentes de cambio dispuestos a quebrar lo que
no está roto y así reconstruir nuestra existencia con filigranas de oro
representadas por la fe, la esperanza y el amor.
El Editor
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