domingo, 28 de febrero de 2016

El "¿qué dirán?"

Muchas personas en el mundo continuamos viviendo del “¿qué dirán?”, una expresión que habla de la manera como recibimos, procesamos, aceptamos o rechazamos los juicios de los otros. Este juego de hacernos “querer de los otros” o “sentirnos bien con los otros”, muchas veces nos habla de la poca autoestima que tenemos y de la delegación implícita que hacemos de lo que somos a las demás personas.

Es claro que las consideraciones de las otras personas, cuando buscan de forma crítica y respetuosa, ayudarnos a crecer y a observar puntos ciegos en nuestro proceso de evolución humana, son ampliamente bienvenidas y necesarias, como quiera que ellas nos permiten avanzar con mayor celeridad en la conquista de nuestros propios sueños. Esas personas valiosas, son nuestros mentores que no buscan otra cosa que estresar nuestro modelo actual y hacernos avanzar al siguiente nivel de desarrollo que requerimos en nuestra carrera.

Los que viven pensando en el “¿qué dirán?” sin hacer un juicio crítico propio de los comentarios, abandonan su propia valía y comprometen su carácter frente a los retos que la vida le impone. Vivir el “¿qué dirán?” genera esclavitud y dominación por parte del otro, un ejercicio de mando que la persona acepta y por el cual se somete a la visión y propuesta de un tercero. Esto opaca y disminuye a una persona y la condena a vivir la vida que otros quieren para él y no aquella a la que tiene derecho.

Los juicios de terceros sobre lo que hacemos deben estar bien fundados y obedecer a una necesaria mejora de la persona, esto es, reconocer la valía intrínseca del ser humano y desde allí, establecer la ruta para que el individuo examine los nuevos caminos y exigencias que debe surtir para lograr escalar nuevos niveles de conocimiento y aprendizaje, que lo proyecten en la nueva versión de sí mismo, que dé cuenta de la transformación que ha surgido en su propia esencia.

Bien anota Field (2011) en su libro “Uncertainty”, cuando habla que de los tres jinetes de la creatividad: la incertidumbre, los riesgos y la exposición a la crítica, éste último componente pone a prueba nuestro sentido de aprobación, de reconocimiento y de actuación, cuando somos capaces de capturar la esencia del “comentario que se hace”, sin experimentar enojo, contradicción o señalamiento, pues allí, a pesar de lo que ocurra, nuestra idea y propósito estará por encima de la intencionalidad que se procure con lo que se diga.

No es fácil enfrentar la crítica y menos cuando es destructiva. Sin embargo, debemos advertir mecanismos concretos que filtren esta intencionalidad, pues precisamente aquellos cuyas palabras quieran generan sentimientos encontrados en otros, deberán saber que no podrán someter la creatividad y la innovación sin nuestra autorización, sin doblegar el espíritu de progreso y transformación que nos asiste, de tal forma que cada vez que los juicios “mal fundados” e “intencionalmente contrarios” hagan su aparición, nuestra fuerza y propósito serán superiores y generosos para absorber y superar el comentario, que no es otra cosa que la proyección de la debilidad y los temores de otros.


Referencias
Field, J. (2011) Uncertainty. Turning fear and doubt into fuel for brillance. New York, USA: Portafolio Penguin

domingo, 21 de febrero de 2016

Pedagogía VICA

Educar implica el arte de crear, de abrir, de despertar mentes para que desde la autonomía y la libertad el estudiante pueda regir, administrar y gobernar su propia vida” (Correa de Molina, 2013) palabras que resuenan en muchos lugares y episodios de formación en las escuelas de latino américa, un ideal que muchas generaciones de pedagogos y maestros han querido conseguir, algunos con éxito y otros sin tanto.

La educación insiste la doctora Correa de Molina (2013, p.25) “tiene la responsabilidad no de manipular la voluntad y la conciencia de los estudiantes, sino de confrontarlos, en franco desafío para lograr una participación real como sujetos responsables de su propia formación”, una responsabilidad que implica sacar a los estudiantes de la zona cómoda y conocida, para que usando todo aquello que conocen y saben, puedan lanzarse a proponer respuesta distintas y no esperadas por sus maestros.

En este sentido, confirma Ackoff y Greenberg (2008) que el objetivo de la educación debe ser el aprendizaje y no la enseñanza. En consecuencia, las estrategias que se funden en los procesos educativos deben apuntar a establecer espacios que reconecten al educando con la sociedad, esto es, interactuando unos con otros compartiendo lo que se ha aprendido, experimentando a través del ensayo y error, acompañando a otros a desarrollar una actividad particular, en pocas palabras creando una zona psicológicamente segura para construir desde la sabiduría del error (De la Torre, 2004) o, dicho en otras palabras, desde la experiencia adquirida.

El aprendizaje como acto creador y creativo, anota la académica Correa de Molina (2013, p.143) “implica la capacidad de resignificar las experiencias previas, buscando “desamarrar” las interpretaciones rígidas de los acontecimientos del pasado y poder de esa manera crear nuevas situaciones que viabilicen la re-creación de la propia persona”. En esta misma línea, el aprendizaje es una invitación a suspender la realidad, para explorar distinciones nuevas que se derivan de la mencionada suspensión y crear un escenario para desconectar y volver a conectar los puntos conocidos con aquellos emergentes.

En un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (VICA), como lo menciona Johansen (2009), la educación no puede estar ajena de los procesos de deconstrucción de la realidad, de aquellos ejercicios que cambian la manera de conocer y aprender, pues en ellos se constituye la nueva pedagogía VICA donde se provocan niveles óptimos de confusión e incertidumbre para que el estudiante se movilice más allá de las teorías y conocimiento conocido, y establezca nuevos referentes para el contexto donde éste opera.

Lo que se ha llamado dificultades de aprendizaje o la concepción del error como resultado, hoy es una oportunidad para crear modelos de comprensión y entendimientos extendidos de la realidad, donde en un contexto particular el estudiante toma control de los retos que se le proponen, explica aquello que no logra comprender, con el apoyo de su orientador y crea nuevos referentes de práctica, que muchas veces no sólo cuestionan las reglas de la enseñanza tradicional, sino que las resignifican desde el ejercicio que armoniza las posturas contradictorias.

Así las cosas, el aprendizaje que se ha llamado por la tradición educativa como significativo, no es otra cosa que la conexión que se establece entre el espacio personal e individual de una persona, con aquellos aspectos de la realidad suspendida, que rompen la inercia, los intereses anquilosados y las autocensuras, para transformar de forma consciente su propia realidad y motivar procesos mentales en otros, que los habiliten para aprender, desaprender y reaprender.

Referencias
Ackoff, R.  y Greenberg, D. (2008) Turning learning right side up. New Jersey, USA: Wharton School Publishing.
Correa de Molina, C. (2013) Currículo transdisciplinar y práctica pedagógica compleja. Emergencia y religantes de la educación del siglo XXI. Barranquilla, Colombia: Ediciones Universidad Simón Bolívar.
De la Torre, S. (2004) Aprender de los errores. El tratamiento didáctico de los errores como estrategia de innovación. Buenos Aires, Argentina: Editorial Magisterio del Río de la Plata.
Johansen, B. (2009) Leaders Make the Future: Ten New Leadership Skills for an Uncertain World. San Francisco, USA: Berrett-Koehler Publishers.

domingo, 14 de febrero de 2016

Arriésgate a triunfar

Cuando te has entregado a tus metas, es inevitable que te tropieces con rechazos. Dalo por sentado. Agradécelo. Aprécialo. Luego no le prestes más atención y sigue adelante”, palabras que Hughes (2010) establece en su libro “Pensamiento Líquido”. Expresión que nos debe fortalecer y animar para mantener el paso firme y vigoroso frente a nuestros sueños y metas.

Bien decía Nietzche: “Temo al hombre de una sola idea”, un hombre que ha puesto toda su energía y consagración a conseguir un objetivo. Este individuo es una fuerza incontrolable que estará enfrentando todo aquello que separar de lo que quiere alcanzar. Estará todo el tiempo pensando en cómo superar los retos y abriendo posibilidades donde otros solo ven probabilidades.

El riesgo a fracasar, palabra que lleva una carga emocional muy alta, debe ser reemplazado por “un intento más para avanzar”. Si nos quedamos afectados por la emocionalidad de la palabra, seremos seres presos del pesimismo y la inacción. Mientras, si lo convertimos en una zona psicológicamente segura, donde podemos seguir intentando y efectuando variantes, estaremos en la ruta de los que abren oportunidades y construyen nuevas formas de ver el mundo.

Bien anota Santiago Álvarez de Mon en su libro “Aprender a perder”: “La vida no va de cruzar metas impuestas y reconocidas por los demás, sino de reconocer y conquistar nuestra esencia”, una expresión que nos reconoce como seres únicos e irrepetibles, que estamos en la ruta por alcanzar nuestro potencial, de superar nuestras propias restricciones autoimpuestas. En pocas palabras, individuos que están asistidos por la perseverancia, que conscientes de sus capacidades y firmes en sus convicciones, no abandonan sus deseos, ni pierden la confianza en sí mismos, para ir más allá de sus propias limitaciones.

Miguel Induraín en su apuesta por ganar el Tour de Francia anotaba: “la mayoría tenemos altibajos, pero es la perseverancia, la determinación, lo que a fin de cuentas no hacer ser lo que somos. No tiene que ver con ser más listos ni tener más oportunidades, como dirían otros. (…) Los que no llegan hasta el final son los que vuelven pronto a casa, sin responder nunca a los retos ni ir nunca a ningún sitio” (Hughes, 2010).

Por tanto, no se trata de ser un temerario, ni un arrogante en la forma como enfrentamos la vida, sino entender que ella exige una construcción diaria, donde aprendemos de cada uno de los momentos, como una forma de incorporar distinciones que antes no veíamos y ahora podemos comprender y potencializar. La vida al igual que el error, no debe ser tratada como un resultado, donde criterios externos demuelen la fortaleza interior de un ser humano para clasificarlo, sino como un proceso donde tenemos la oportunidad permanente de abrir nuevos horizontes de conocimiento y aprendizaje.

Así las cosas, recuerda como afirma Joan Báez, cantante y compositora: “No decides cómo vas a morir. Ni cuando. Sólo puedes decidir cómo vas a vivir. ¡Ahora!” (Hughes, 2010,p.46), por tanto, concéntrate en construir la historia de tu futuro, donde todo lo que haces y disfrutas hoy, por pequeño que sea, abre la puerta para consolidar tus propios sueños y metas.

No temas equivocarte, siempre que los beneficios de tu error, sean mayores que el costo del mismo (Schoemaker, 2011), pues así, a pesar de la “oposición de las mentes mediocres”, tu esfuerzo, disciplina y dominio de sí, como afirma Buda, creará una isla, donde la inundación de lo efímero, pasajero y perecedero, no logra distraer ni puede destruir.

El Editor

Referencias
Hughes, D. (2010) Pensamiento líquido. Barcelona, España: Ed. Empresa Activa.
Álvarez de Mon, S. (2012) Aprendiendo a perder. Las dos caras de la vida. Barcelona, España: Ed. Plataforma Editorial.
Schoemaker, P. (2011) Brilliant mistakes. Finding success on the far side of failure. Philadelphia, USA: Wharton Digital Press.

domingo, 7 de febrero de 2016

Aprender: propiedad emergente

Rotthaus (2004, p.151) afirma, “La educación debe centrarse en sensibilizar para analizar contradicciones e incompatibilidades, y aprender no solo a tolerar la ambigüedad, sino a celebrarla. (…)”, lo que supone comprender, en lectura de De la Torre (2004, p.33), que “no hay aprendizaje exento de errores”.

La experiencia del aprendizaje surte una serie de procesos en el individuo tan sofisticados y densos que escapan a esta reflexión, que como bien informa Rotthaus (2004) se traduce en una intervención individual, cuyos resultados no pueden ser previstos de forma concreta: una palabra, una reflexión, una figura, una postura del maestro, en fin, cualquier elemento que se advierta en el marco pedagógico, en la estrategia didáctica o técnica de enseñanza, puede detonar una conexión superior con la realidad persona para vincular su experiencia personal con la propuesta intelectual.  

En este sentido, si el aprendizaje establece las bases de una transformación personal o social, el error, como afirma De la Torre (2004, p.53), es hijo del cambio, por tanto, las fronteras del conocer no están en las condiciones definidas y estructuradas de lo que conocemos, sino en las oportunidades que se tiene cuando se cruzan las fronteras definidas y se exploran, como argumenta Ackoff (2000), los efectos de haber retirado las restricciones autoimpuestas.

Así las cosas, el aprendizaje no surge de un proceso enmarcado en un conjunto de conocimientos establecidos, ni de la repetición de textos de autores destacados, sino de una apuesta por superar los umbrales de la ciencia y convertirse, como afirma Martinand (1981) (referenciado por De la Torre, 2004) en un “testigo inevitable de un proceso de búsqueda” donde el “error proporciona una preciosa información a la persona que lo comete y esclarece ciertos mecanismos de conocimiento” (De la Torre, 2004, p.71) antes ignorados.

Lo anterior funda una pedagogía del error, que no persigue la valoración negativa del mismo ni su comisión, sino que explora y supera la trampa emocional de la sanción social que implica recorrer caminos alternos, que confirman que “no es posible no equivocarse en el proceso de aprender” (De la Torre, 2004, p.81).

Mientras la pedagogía del éxito, está fundada en el logro de los objetivos trazados por un currículo concreto, la pedagogía del error, sorprende al marco pedagógico tradicional, considerando el contexto, generalmente volátil, incierto, complejo y ambiguo, donde surgen las situaciones problemáticas, para descubrir el currículo oculto inmerso allí y así superar la visión mecanicista de mundo donde toda causa genera un efecto (De la Torre, 2004).

En este escenario, toda acción educativa, desde la perspectiva sistémica, es una intervención que modifica un proceso educativo y sitúa a los sujetos en una red de significados vinculados a la construcción de su propio entorno. Por tanto, el aprendizaje que se deriva de esta comprensión del mundo, comporta una propiedad emergente del sistema que los transforma en otros distintos, aquellos que superando la postura de las “verdades” conocidas, aceptan el camino de la incertidumbre, lo desconocido y lo imprevisible (Castillejo y Colom, 1987, p.41).

Referencias
Ackoff, R. (2000) Recreación de las corporaciones. Un diseño organizacional para el siglo XXI. México, México: Ed. Oxford Press México.
Castillejo, J. y Colom, A. (1987) La teoría general de sistemas como tecnología. Hacia un marco teórico de la intervención educativa. En Castillejo, J. y Colom, A. (Coord) (1987) Pedagogía sistémica. Barcelona, España: CEAC Ediciones. 27-44
De la Torre, S. (2004) Aprender de los errores. El tratamiento didáctico de los errores como estrategia de innovación. Buenos Aires, Argentina: Editorial Magisterio del Río de la Plata.
Rotthaus, W. (2004) ¿Para qué educar? Esbozo de una educación sistémica en un mundo cambiado. Barcelona, España: Editorial Herder.