Muchas veces hay
momentos que pensamos que las cosas no salieron como hubiésemos querido que
salieran; que algo no se tuvo en cuenta y por esta razón el resultado esperado
fue algo totalmente distinto a lo planeado. Esta experiencia genera en el interior
de una persona sentimientos de frustración y algunas veces de vergüenza, porque
lo más probable es que una persona, misteriosamente amada o querida, termina
siendo afectada o un proceso comprometido.
Sin perjuicio de lo
anterior, estas situaciones se presentan no solamente para ilustrarnos que en
los detalles está la clave de la ejecución, sino para insistir en nuestro
proceso de aprendizaje y lecciones aprendidas que forjan nuestro carácter y
sobre manera nuestra forma de entender el mundo desde la sabiduría del error.
No es una cuestión de autoincriminación, sino de reconocimiento de las
oportunidades en cada situación límite, pues en ese punto y hora se quiebra la
lectura normal del mundo y se deja ver aquello que no hemos visto.
Cuando tenemos la
oportunidad de confrontar nuestros propios modelos mentales, nuestras propias
creencias, así como los lentes que tenemos para ver el mundo, entramos en una zona
de incomodidad, de incertidumbre que lucha contra la zona cómoda, con los
conceptos conocidos y con la pereza mental por el traslado de nuestro
razonamiento a un lugar incierto y de alguna forma desconocido. Es en ese momento
cuando el cuerpo y el corazón son sometidos a las presiones externas y nuestro espíritu
parece sucumbir, y sin embargo,permanece latente la luz interior que siempre está encendida
como faro de la fe en donde lo sagrado vive eternamente.
Así como en una buena
presentación, transmitir el mensaje y conectar con los asistentes, hacen parte
de la ruta que nos hemos trazado para hacer presencia en el mundo y no ser uno
más de la masa; una lectura positiva de todo lo que ocurre, como postura
proactiva de la vida, definen un paisaje distinto a lo conocido que establece
los trazos incompletos del artista para que cada observador lo termine según la
experiencia de cada momento y la impronta que su vocación le llama a cumplir.
Cuando algo no sale
como lo hemos planeado, es necesario abrir el sifón de nuestros rencores,
desazones y temores, para que liberados de esa energía que nos disminuye,
podamos conectarnos con la divinidad presente en el universo y así reconstruir aquello
que no estuvo a la altura. Esto es, procurar una actitud motivada, divertida,
de impacto, interesante y reflexiva que establezca las bases de una
personalidad resiliente, emprendedora y sobre manera, humana que está dispuesta
a soltar y dejar sus viejos paradigmas y arriesgarse a comprender formas
alternas de construir la realidad.
Finalmente, aquello
que llamamos realidad, no es otra cosa que la interpretación parcial de un
conglomerado que crece alrededor de un territorio, construyendo una identidad y
reinterpretando su propio tejido social; una experiencia de muchas personas,
que a pesar de sus imperfecciones y errores son capaces de verse uno al otro y
conectarse con un mundo trascendente, donde la vida no termina, sino que inicia
con una versión mejorada.
El Editor
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