sábado, 24 de octubre de 2015

Sembrar: conciencia espiritual

Cada vez que actuamos en la vida estamos transmitiendo mensajes, lecturas de nuestra realidad, que viajan indefectiblemente en medio de los imaginarios sociales. Nuestras acciones definen posibilidades para potencializar nuestras virtudes y abren portales para conectar con otros. Somos un flujo permanente de sentimientos y sensaciones que adornan las palabras, moldean pensamientos y definen emociones.

Cada mirada, cada palabra, es una semilla que siembra una oportunidad, una forma de comprender mejor el mundo y por tanto, de lo que hemos venido a hacer y compartir. Esa semilla cae y se nutre en la tierra de los significados, ese entramado social de apuestas, intereses y contradicciones donde tendrá que superar adversidades y construir nuevas relaciones, para afianzarse y establecer su base para luego emerger y hacer presencia como parte relevante de la realidad.

De esta forma, los seres humanos, así como el Bambú, anota Cala (2015, p.xvi), “para llegar a dar frutos, … necesitan madurar antes desde su semilla, afianzarse y adquirir experiencia” y así luego crecer y ofrecer lo mejor de sí, que no es otra cosa que su ejemplo, sus limitaciones y lecciones aprendidas, la experiencia reflejada en aquellas cosas que no salieron bien y que hacen parte de su repertorio como ser humano con “pies de barro”.

Somos seres que estamos enraizados en nuestras propias realidades, donde compartimos y desarrollamos formas de ver el mundo, algunas de ellas compartidas, otras no. En ese ejercicio podemos observar la penumbra de nuestros egoísmos, de nuestros intereses que muchas veces ocupan gran parte de nuestros pensamientos, dejando poco espacio para experimentar el vacío necesario para conectar con el infinito, un vacío interior que nos libera de nuestras “llenuras” del mundo y nos revela la profundidad de lo que somos y podemos.

No podemos dejar de sembrar cada día, en cualquier momento y lugar, es una necesidad permanente que cada ser humano tiene para reconocerse con el otro y construir junto con él. Somos sembradores de realidades, de oportunidades, esos bambúes que con diámetro definido y gran altura, son fuente permanente de transformación y cambio, de flexibilidad y armonía, no para vivir una vida pasiva y limitada, sino como la confirmación de la grandeza de la humanidad que se construye alrededor de la nada, del vacío interior, que nutre de abundante espiritualidad a todo aquel que se deja cautivar por esa semilla.

"Sembrar es el portal de la generosidad divina, que habilita la gracia desde la condición humana; un acto de desprendimiento personal que nutre una experiencia colectiva"

No te distraigas con las generosas y seductoras “necesidades autoimpuestas” por tu realidad: la tecnología, los accesorios, las vanidades, los elogios y premios, y más bien encuentra con tus pares las raíces de la solidaridad, de la tierra fecunda y fértil donde muchas miradas y palabras de fe, hagan de tu realidad una forma diferente de conocer y descubrir tu propia misión, tu propia vocación.

Recuerda como afirma Cala (2015, p.xx) “donde están tus prioridades, están tus oportunidades”, por tanto ordena tus pensamientos, tus deseos y preferencias, para que el universo conspire contigo y se haga realidad aquello que conecta tu vida con la fuente de tu saber y poder: tu conciencia espiritual.

El Editor

Referencia

Cala, I. (2015) El secreto del Bambú. Una fábula. Nashville, Tennessee, USA: Harper Collins Español.

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