Mucho se habla de la creación, apropiación y comunicación del
valor, palabras que en el mundo empresarial son parte de las agendas de los
ejecutivos de primer nivel, pero que pocas veces trasciende a los diferentes
empleados o colaboradores de una empresa. Cuando se habla de valor,
generalmente existen dos imaginarios vigentes en las personas: bien una distinción
propia de la persona y su forma de ver la vida y otra es la connotación
económica de un precio o estimación financiera. Cualquiera de las dos, nos
revelan un modelo mental propio que motiva reflexiones particulares sobre esta
realidad natural de la vida como es el “crear valor”.
Otros teóricos sobre las
relaciones laborales hablan que si en el ejercicio de tu cargo o función dejas
de “crear valor”, tus días comienzan a construir una espiral de confort y desaceleración
de la capacidad para enfrentar tu realidad, se acomoda tu modelo mental y la
rutina conquista tu carácter. “Crear valor” es entender la dinámica de las
relaciones sociales donde estamos inmersos, para ser reconocidos por los
actores del ecosistema social donde actuamos y así recibir en contrapartida la
energía necesaria para seguir funcionando y evolucionando (Krupatini, 2011,
p.86).
Lo anterior supone entender el
valor como una distinción dinámica, que se encuentra inmersa en el flujo relacional
propio del sistema donde se actúa, donde cada conexión entre los elementos
revela un intercambio energético, cuyo efecto no es otro que una ganancia
interna que es reconocida o no por la estructura propia de cada elemento. Así
las cosas, el valor es una apropiación del conocimiento sistémico de la
realidad, esto es el entendimiento y aprovechamiento de la estructura de las
variables que configuran la respuesta de un sistema (Krupatini, 2011, p.64).
Bien anota Fritjof Capra: “Un ecosistema es una red flexible y
continuamente fluctuante. Su flexibilidad es una consecuencia de múltiples
bucles de realimentación que mantienen al sistema en su estado de equilibrio
dinámico. Ninguna variable es maximizada, todas las variables fluctúan
alrededor de sus valores óptimos”. Por tanto, la apropiación del valor, es
la absorción de los flujos de energía disponibles en las relaciones o bucles
del ecosistema, con el fin motivar transformaciones a su interior y originar
nuevos vínculos bidireccionales que conecten expectativas y retos entre los
diferentes actores.
Finalmente y no menos importante,
es la comunicación del valor, que no está solamente asistida por la función de
mercadeo propia de las empresas, sino de la identidad y la propuesta valiosa
que la persona o la organización tiene y hace. Esto es, comunicar el valor
implica conectar una experiencia con los diferentes actores del ecosistema social,
para motivar una plena apropiación de un mensaje y un uso real de la propuesta,
que constituye un lenguaje conocido y familiar que hace parte ahora de las
relaciones propias del tejido social donde opera la organización o el
individuo.
En resumen se podría decir que el
valor: (Krupatini, 2011, p.94)
- Es un concepto de alta diversidad y dinamismo, que desarrolla ciclos.
- Obliga necesariamente reconocer al “otro” como tal, ya que es ese “otro” el que legitima que algo sea valioso. Es quien recibe el valor, el que le otorga entidad.
- Transmite la identidad misma y la propuesta valiosa que hace parte de su razón de ser.
- Implica que la medición o estimación de los flujos de valor constituyen medidas que deben aplicarse según cada situación.
Krupatini, S. (2011) Y ahora qué hacemos ante la complejidad. Un abordaje teórico-práctico para la gestión de empresas y gobiernos en entornos turbulentos. Buenos Aires, Argentina: Gránica.
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