Mucho que
reflexionar por estos días llenos de noticias internacionales relacionadas con
asesinatos, brechas de seguridad de la información, tensiones entre naciones,
caídas de precios, entre otras, que nos advierten sobre un año lleno de
movimiento y retos para cada uno de nosotros.
Lo que ocurre en el
mundo no es otra cosa que el resultado de nuestras propias decisiones, el
resultado de nuestras propias acciones, que lo queramos o no, implica
consecuencias para nosotros y para aquellos a quienes afectamos con dichas
determinaciones. Por ejemplo, las brechas de seguridad responden bien a
actitudes de las personas frente a la protección de la información o a fallas
de diseño o de producto que hacen parte de las aplicaciones que se tienen para
proveer algún servicio, incluso el de protección digital.
Cuando actuamos
frente a alguna situación, tomamos en consideración las condiciones previas de
eso que vivimos o elementos de experiencia de otras personas, sino tenemos tales
referentes sentimos y experimentamos mayor incertidumbre y por lo tanto, nuestra
capacidad de acción o decisión se compromete. En el mundo en el que vivimos,
cada vez más elaborado, complejo y asimétrico, ésta última condición es la más
común y por tanto, debemos desarrollar las competencias necesarias para tratar
y vivir con ella: la incertidumbre.
Desarrollar una
competencia para enfrentar y tratar la incertidumbre, implica necesariamente
tener la capacidad de anticipar y crear los entornos claves en el futuro. Esto
es, pensar y proponer realidades novedosas que establezcan referentes concretos
de acción, que permitan a las personas moverse con mayor claridad en su nueva
realidad. No es solamente pensar “fuera de la caja” donde estamos, es “crear
una nueva caja” que tenga la virtud de establecer nuevas formas de pensar, de
conocer, de transcender y anticipar el mundo que queremos y deseamos.
Así las cosas, la
realidad de mundo actual llena de contradicciones y en una escala de tensiones
dominantes, no puede ser obstáculo para que nos neguemos la oportunidad de
crear las condiciones de transformación que se requieren, pese a algunos que
insisten en conservar el “status quo” y mantenerse en la comodidad de lo
conocido, donde tienen aparentemente el control del contexto. El mundo no es un
lugar dominado por la mayoría, es una oportunidad para construir una visión con
los otros, es el escenario para atrevernos a rasgar las paredes de una “caja”
que se deteriora y que nos engaña con sus acontecimientos.
Nada más cierto que estamos
viviendo en una era digital y que no hay punto de retorno en ese destino. Por
tanto, debemos aprender a tratar la información, a emparentarnos con el
conocimiento y a retar nuestra condición actual, para que todo lo que se
describe en el mundo que conocemos, podamos realinearlo y conducirlo hacia
mayores niveles de comprensión, pues sólo así es posible, comprometer nuestros
talentos y habilidades para concretar acciones que nos permitan sobrevivir en
un mundo con sobrecarga de la información, con la exigencia permanente de
innovación y conocimiento y sobre manera ansioso de respuestas, no solamente
terrenales, sino espirituales.
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