Las tecnologías de
información y las comunicaciones (llamadas TICS) están cambiando nuestra forma
de hacer las cosas y de interactuar con otros y así mismo está impactando la
forma como las organizaciones enfrentan su propia realidad. Cinco elementos son
determinantes para advertir esta realidad: (Cortada 2011, págs.91-95)
1. El costo de hacer
una transacción electrónica, se disminuye entre 20 y 40% cada año.
2. La inversión en
software y servicios de TI aumentan incrementalmente, como los gastos por
fallas en el hardware.
3. Diferentes tipos
y edades de dispositivos tecnológicos conviven en las infraestructuras
actuales, lo que significa que los datos residentes allí no podrán ser
compartidos fácilmente con otras áreas de la empresa.
4. Los usuarios
finales generalmente no prestan atención a la aplicación de los estándares
técnicos corporativos definidos, lo que va en detrimento de la agilidad empresarial.
5. La incorporación
de proyectos de sistemas de información en las organizaciones toma entre 50 y
200% más de lo planeado.
Lo anterior supone
que las empresas son las mayores generadoras y usuarias de la información,
representados en hechos y conocimiento, que se convierten en otros de sus
principales activos, junto con su inventario, sus instalaciones y el efectivo.
Así las cosas, si cada persona en la organización recolecta, almacena y usa la
información, eso sugiere que cada individuo por definición, es un gerente de
estos activos.
Lo anterior, nos
indica que no podemos esperar que “otros protejan la información por mí”, pues
de no hacerlo, estaríamos exponiendo a la organización y mancillando nuestro
encargo gerencial, basado en la confianza y la buena fe de la empresa. No
obstante, no podemos detener el uso intensivo de información que tenemos en la
actualidad, ni contener la explotación de este nuevo “recurso natural” que
incrementa el apetito empresarial por la innovación, la eficiencia y la
operación en tiempo real.
Que esta era digital
y de información instantánea no nos distraiga de otros ángulos que nos ofrece
la vida; que la intensidad de las redes sociales y la necesidad de estar
conectado, no nos oscurezca la vitalidad y energía personal y espiritual que
nos asiste en nuestra diario vivir; que la novedad de las tecnologías
emergentes no nos oculten lo esencial de lo que somos y podemos; y que la vida
espiritual que vibra en nuestro corazón, sea esa “app” que nos permita
sintonizarnos con otros, no de manera virtual, sino de forma trascendente.
La realidad de un
mundo interconectado, nos advierte de la visibilidad de nuestras acciones, de
nuestras emociones, de nuestros sueños en dimensiones antes desconocidas. Hay
alguien allá afuera en el ecosistema que conoce qué necesitas y está dispuesto
a darte la oportunidad. De igual forma, tú eres parte de nuevas opciones para
otras personas que, al igual que tú, hacen parte de este entramado de retos e ilusiones.
Por tanto, recuerda
que por más tecnología y realidades emergentes que existan, mientras no
encuentres tu conexión con lo sagrado ni el vínculo trascendente con el otro, siempre tendrás que invertir más en el
hardware (tu cuerpo), en servicios de mantenimiento (médicos del cuerpo y del
alma); incrementar los costos de operación (tus gastos personales) y sobre
manera el aumento del precio de las transacciones, pues no podrás balancear lo
que el mundo te exige y lo que realmente es importante: la fuerza de lo que no
se ve.
El Editor.
Referencia
Cortada, J. (2011) Information and the modern corporation. MIT Press. Essential
Knowledge Series.
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