Afirma César Romao,
en su libro “Motívese: Venza sus desafíos”: “Todo desafío que nos presenta la vida es un momento que nos conduce
hacia un aprendizaje superior al nivel en que nos encontramos”, una
afirmación que nos muestra que sólo en el ejercicio de nuestras habilidades y
talentos en situaciones de reto, somos capaces de movilizar nuestros deseos
para quebrar la inercia y mudar nuestras “viejas victorias”, para reconquistar
y reconectarnos con la vida.
Los desafíos son
alertas que se nos presentan para que no perdamos de vista el verdadero camino,
para que estemos vigilantes de nuestros propios “consuelos” y exigirnos para
salir de nuestras reflexiones, para conectar con las propuestas de otros. Ignorar
las señales que nos envían los desafíos, es autoanular y limitar nuestras
posibilidades para ir más allá de nuestras metas; es olvidar la presencia del
entorno como fuente de sabiduría para pensar nuevos escenarios.
Quien asume los
desafíos como fuente de crecimiento y conocimiento propio, está labrando una
construcción espiritual superior, una condición de compromiso de alto nivel,
que poco a poco irá brillando en su interior, para que luego se proyecte en el exterior.
Decídase a soltar las amarras de su embarcación para que navegue en aguas
profundas, en territorios desconocidos, para que toda su preparación y talento
brille, confiando en su referente sagrado y asistido por la fuerza que viene de
lo alto.
Los desafíos nos
permiten revisar nuestro equipaje, nuestro equipo de soporte conceptual,
técnico, humano, financiero, social y político. Es una forma de hacer
inventario personal, para asumir una condición diferente, un quiebre de lentes
propios, para reconstruir la realidad, desde mi propia historia. Saberse
desafiado implica, cuestionar lo que hemos hecho hasta hoy, cómo lo hemos
hecho, qué hemos aprendido, qué tenemos por aprender y hasta donde queremos
llegar.
Un desafío implica
despertar a un gigante dormido en ti o asustarte con tu propia sombra. Este
sentido los desafíos, no hablan por sí mismos, sino por medio de la acciones
concretas de las personas. El desafiante es la condición base de los
resultados, su disposición para sacrificar su comodidad, para movilizarse fuera
de sus discursos internos y quebrar la inercia de su condición actual, es la
esperanza de la transformación que requiere el mundo. No hacerlo, es demorar la
ejecución del plan previsto, que muchas veces estará en contra de nuestra
voluntad, pero a favor de nuestra humanidad.
Vencer los desafíos
que se nos imponen revela la potencialidad y la madurez de nuestra realización.
Cada ser humano es una creación perfecta, única e irrepetible que irradia
energía y poder en cualquier lugar donde se encuentre, pues su grandeza y
estatura humana, no radica solamente en conocerse a sí mismo, sino en ponerse
en los zapatos del otro, aún le queden grandes, para crucificar su orgullo y
practicar la humildad.
Cuando tenga un desafío
en la vida, no piense en “porqué me pasa esto”, sino “para qué llega esto a mi
vida” y así no tendrás autoconsuelos o justificaciones para no hacer, sino
razones para salir de la hipnosis de la rutina y responder al llamado de la
vida para pagar el precio de un nuevo amanecer, de un nuevo momentum de
grandeza que está en la puerta de tu existencia para que tomes control de tu propio
destino.
El Editor
Referencias
Romao, C. (2009) Motívese: Venza sus desafíos. Ed.
Panamericana.