sábado, 25 de octubre de 2014

Renovar la caja de herramientas

Revisando recientemente un artículo sobre patrones que se encuentran en los CIO Efectivos se menciona el modelo de competencias propuesto por Microsoft que detalla los atributos, comportamientos, áreas de conocimiento, destrezas y habilidades requeridas para alcanzar un desempeño exitoso en la educación.
 
En este sentido, se resalta una destreza estratégica denominada “tratar con la ambigüedad”, un elemento clave en el ejercicio de mirar al futuro y desarrollar una visión transformadora. De acuerdo con Microsoft, cuando una persona alcanza el mayor nivel de desarrollo de esta competencia, ésta es capaz de:
 
  • Prosperar en situaciones que implican riesgo e incertidumbre.
  • Utilizar su ingenio para hacer frente a situaciones ambiguas, y guía a otros a hacerle frente de manera efectiva
  • Anticipar los impactos del cambio, y se dirige a sí mismo y a los demás con suaves cambios de velocidad.

Si revisamos estas declaraciones, estamos ante elementos que son requeridos en el contexto de una realidad inestable y asimétrica, donde los cambios son la norma y la incertidumbre la regla permanente. En este sentido, se requiere motivar al entendimiento e incitar a la inteligencia para que desarrolle su capacidad creativa, y encontrar en la ambigüedad una forma para quebrar los moldes y movilizarse por sendas inexploradas.
 
En este contexto, si la incertidumbre es el mandante de la reflexión profesional actual, la visión de futuro no puede ser la repetición de lo que previamente ha ocurrido, sino la renovación y la revelación de nuevas posiciones y comprensiones de la realidad, que permiten anticipar y transformar el entorno para preparar las nuevas capacidades y competencias requeridas en la novedad que trae consigo abrir nuestra mente y liberarnos de las autorestricciones.
 
Entender la ambigüedad o mejor, tratar con ella, es una exigencia para todos los habitantes del nuevo milenio. El mundo acelerado, con quiebres permanentes y la inminente obsolescencia del conocimiento, hacen que debamos destruir la zona cómoda, donde lo conocido nos instala y a la vez nos condena. Lanzarnos a cruzar el umbral de la zona inexplorada y experimentar la inseguridad que supone estar allí, es abrir las puertas al aprendizaje, a la renovación de la “caja de herramientas”, con el fin de alcanzar un nuevo nivel de transformación que incorpore los nuevos normales que el contexto demanda.
 
Si estamos rodeados de una sobrecarga de información, de mensajes instantáneos, comunicaciones inmediatas, de información en tiempo real, no podemos esperar mucho tiempo para entender lo que pasa; se hace necesario aprender rápidamente, desaprender otro tanto y conectar los diferentes puntos en el espacio, para construir la nueva realidad que se nos presenta.
 
Lo anterior, supone entender la vida como un sistema interconectado donde fluyen significados y contextos, situaciones inesperadas y emergentes como fuente de sabiduría y experiencia que se conecta y nutre a todos aquellos que la descubren en medio del laberinto de las relaciones visibles e invisibles.
 
El Editor.
 
Referencias
LANGER, A. y YORKS, L. (2013) Strategic IT. Best Practices for Managers and executives. John Wiley & Sons.
EICHINGER, R. W y LOMBARDO, M. M. (s.f) Microsoft in Education. Education Competencies Information from Microsoft for Teachers and School Leaders. Recuperado de: http://www.microsoft.com/en-us/education/training-and-events/education-competencies/default.aspx#fbid=SG231AGCsK6  

domingo, 19 de octubre de 2014

El dragón oculto

Dice una máxima de la estrategia china: “No despliegues a un dragón oculto”, una frase algo extraña y contradictoria, pues nuestro sentido común nos dice que si es algo que es poderoso como un dragón debería poderse revelar.
 
La explicación de esta frase va como sigue: “No despliegues un poder, cuando debe estar oculto. Un poder debe esconderse mientras esté inmaduro y sea insuficiente para influir sobre una situación de manera constructiva”. Una explicación que cobra sentido y habla de la prudencia y el tiempo requerido para que ese “poder” tome forma y fuerza para poderse desplegar.
 
Cuántas veces hemos visto salidas en falso de personas, que no estaban preparadas lo suficiente para impactar de manera positiva. Cuantos intentos fallidos de personas presurosas que querían sorprender a otros con sus nuevas habilidades. Cuantos profesionales que se arriesgan a hacer cosas para las cuales aún requieren mayor entrenamiento. Tanto momentos que sólo por el afán de sobresalir, terminan opacando el poder que tienen en sus manos.
 
Un poder, es una responsabilidad. Por tanto, cuando tal poder está en formación, debe pasar largas horas de preparación, sometida a estrictos regímenes de disciplina y seguimiento para que esa capacidad, esa habilidad, esa destreza, esa vocación cada vez más se perfeccione y se haga una con su fuente, para que puede salir a conquistar el mundo, no para su beneficio, sino para el de todos.
 
Muchos tenemos poderes ocultos, habilidades inexploradas, vocaciones olvidadas, que requieren atención, pues allí vibra la esencia de la transformación que espera el mundo de cada uno de los seres humanos. Es tan peligroso dejarla salir sin preparación, que nunca haberla tomado en consideración. Pues en la primera, no es posible canalizarla de la mejor forma para producir todo el bien que puede hacer y en la segunda, es renunciar a los triunfos futuros para los cuales ellas te preparan.
 
No podemos anticiparnos a actuar con nuestros poderes, sin madurarlos; ni tampoco dejar de usarlos, para olvidarlos. Se requiere estar conscientes del compromiso que implica brindarles toda la atención y la formación, pues al hacerlo se estarán potenciando nuevas posibilidades para hacer que las cosas pasen y tomando en consideración talentos que estaban latentes esperando su oportunidad para revelarse.
 
Muchos hoy pueden estar preparando sus “poderes” para impactar positivamente el mundo, otros sólo viendo que las cosas pasan, que otros deciden por ellos y que existen personas que se lanzan a descubrir sus dones. Cualquiera que sea la distinción que selecciones habrá implicaciones para tu vida, unas que te obligarán a salir tu comodidad y otras que te llevarán a la inercia que todo lo acaba y lo destruye.
 
Así pues que comienza a domar el “dragón” que llevas dentro, esa figura y poder invaluable con el que has nacido, para que surtiendo las exigencias del entrenamiento y fatiga propias del dominio de sí, puedas revelar al mundo, la transformación de un ser ordinario en una persona extraordinaria.
 
El Editor
 
Referencia
CLEARY, T. (1996) El arte de la estrategia. Lecciones de negociación basadas en la antigua sabiduría china. Ed. Edaf.

lunes, 13 de octubre de 2014

¿Para qué educar?


Una pregunta que me ha surgido durante estos días, pone en contexto una realidad que muchas veces ignoramos y que pocas veces reflexionamos. Sólo hasta cuando observamos situaciones en nuestro diario vivir que nos interrogan sobre el porqué se presenta una cosa o la otra, nos cuestionamos sobre los retos que implica la convivencia de los seres humanos.


La pregunta clave aquí no es ¿qué es educar?, sino ¿para qué educar? En ese sentido, Humberto Maturana detalla: “(…) Para recuperar esa armonía fundamental que no destruye, que no explota, que no abusa, que no pretende dominar el mundo natural, sino que quiere conocerlo en la aceptación y respeto para que el bienestar humano se dé en el bienestar de la naturaleza en que se vive. Para esto hay que  aprender a mirar y escuchar sin miedo a dejar ser al otro en armonía, sin sometimiento.(…) (Maturana 1998, pág.36)”.


Revisando esta afirmación de este académico queda manifiesto que el educar como lo entendemos hoy, es muy más profundo y demanda un ejercicio de generosidad y humildad para encontrarnos con el otro, no en la competencia o lucha por una posición, sino en el escenario de los consensos y reconocimiento del otro como ser social. El educar es diferente a escolarizar. Mientras la segunda implica pasar por un aula y exponerse a los métodos y procedimientos propios de la institución educativa para abrirse a la producción de conocimientos y saberes, la primera es una búsqueda más trascendente que recaba en la razón de ser del hombre en la sociedad.


No podemos entender el educar, sólo desde la academia, pues hacerlo de esta forma negaría los múltiples actores y relaciones que existen en este proceso, toda vez que la formación, es decir darle forma a un individuo, exige recabar en una travesía personal donde nos lanzamos a experimentar las incertidumbres propias de salir de nuestra zona cómoda, para dejarnos sorprender por las fuerzas que definen el entorno y encontrar nuevas formas de entender la realidad, crear nuevas competencias de acción que nos permitan superar las olas disruptivas de los cambios sociales.
 

Cuando hablamos de la intolerancia de otros frente a situaciones humanas, estamos diciendo en el trasfondo, como afirma Maturana, que los otros están equivocados. Es decir, que si me encuentro con el otro “desde una posición en la que pretendo tener un acceso privilegiado a la realidad, el otro debe hacer lo que yo digo o está en contra mía” (Maturana 1998, pág.55). En este sentido, el educar nos debe advertir de las diversas posibilidades que podemos tener para ver la realidad, donde ésta no es un bien propio de quien la revisa, sino de todos aquellos que la nutren desde las acciones que ejecutan cada día, en la esfera de lo visible como desde la cosmovisión de cada persona.


Por tanto, al educar podemos motivar una lógica positiva de la realidad, basada en mi entendimiento de ella, como ejercicio de búsqueda de expresiones que no puedan ser refutadas, o bien otra donde se puedan reconstruir subjetividades para producir acuerdos intersubjetivos, donde se vinculen los significados y realidades de cada uno de los participantes, con el fin de buscar una postura superior, que si bien podrá ser sometida a los rigores de la validación científica tradicional, estará mediada por la experiencia de los que participan y los intereses comunitarios para validarlos como legítimos otros.


El Editor.
 
Referencias
MATURANA, H. (1998) Emociones y lenguaje en educación y política. ED. Dolmen - Tercer Mundo Editores.

domingo, 5 de octubre de 2014

Planeación, objetivos y prioridades

Se escucha con frecuencia que personas no logran aquello que se han propuesto, el lamento por la frustración de no haber logrado lo que han querido. ¿Qué será lo que determina que una persona llegue y otra no, a conseguir sus objetivos? Mucho se ha escrito al respecto, quedando en el ambiente un halo de práctica inconclusa que no aclara, sino que mantiene la expectativa para aquellos que no se atreven a conquistar sus sueños.
 
¿Te has preguntado que estarías dispuesto a hacer si supieras de antemano que no vas a fallar? Creo que la respuesta es clara: “todo lo que he querido”, pues bien, esa es la base para movilizar los esfuerzos para alcanzar el objetivo, que si bien no está asegurado, si existe un plan y el compromiso firme que alimenta la fuerza de un deseo focalizado y superior que destierra las dudas y hace realidad el camino.
 
En primer lugar está la planeación. Bien decía un asesor de tesis a su asesorado: “recuerda, la planeación es el mejor sustituto de la buena suerte”. Planear es la estrategia para darle forma al logro, es la partitura que debemos tocar para sintonizar nuestras energías, con los retos que demanda el producto de lo que soñamos. En la planeación se encuentran los significados de nuestra declaración y deseo, no como simples expresiones de lo que se quieren alcanzar, sino como hechos concretos que hemos alcanzado.
Luego vienen los objetivos, esas expresiones que delimitan y orientan las acciones de la planeación. Los cauces que focalizan la energía que debemos invertir para movilizar y alinear las fuerzas del universo, con el fin de que seamos parte de la energía que construye y evoluciona la humanidad. No podemos ser inferiores al reto que se nos impone, por tanto los objetivos deben elevar nuestra capacidad para transformar y cruzar el umbral de lo conocido.
Finalmente las prioridades, ese juicio de valor para establecer aquellas acciones que más valor y relevancia tienen para alcanzar nuestros objetivos. Establecer prioridades es una virtud  que implica pensar en el final de aquello que se quiere lograr, valorar el contexto de ejecución, reconocer nuestras ventajas y limitaciones, para capitalizar las oportunidades que se presenten en la ejecución de nuestro plan.
Tener un plan, unos objetivos y unas prioridades son elementos claves para concretar una aspiración; una manera de visualizar y aterrizar un deseo, y así, delinear una ruta que nos permita desacomodarnos y pensar nuevamente en aquellas cosas que nos elevan y comprometen para ser mejores seres humanos.
Sabrás que en este ejercicio y en el proceso de ejecución habrá momentos de desesperanza, aguas turbias y peligrosas, contradictores, circunstancias contrarias que querrán dar por terminado tu reto, las cuales sólo son fuerzas delineadoras de tu esfuerzo, pruebas de tu compromiso con tu sueño, que deben animarte para renovar tus votos de fidelidad con la causa y la confianza en tus capacidades para sobreponerte a tus propios temores.
Nunca pienses que eres una obra acabada, pues nuevas cimas estarán dispuestas para que las conquistes y sólo aquel que se ha comprometido con una vida plena, sabe que no es posible dejar este mundo sin la impronta que nos corresponde imprimir.
El Editor.