Se escucha con frecuencia el
término “crítica constructiva” el cual con frecuencia se malinterpreta, invitando
a las personas que “no digan nada negativo” de aquello que están sometido a
revisión. Sin embargo, afirma Alf Rehn en su libro “Ideas peligrosas”, “(…) que todas críticas son constructivas si
juzgan una idea en sí misma. (…)”, es decir si buscan establecer una resistencia productiva, que es “aquella que desarrolla la capacidad de crear
buenos conflictos, (…) de encontrar y
cultivar buenos enemigos, esos elementos que “(…) crean una superficie resistente sobre la que puede probarse y
perfeccionarse una idea. (…)”.
La resistencia productiva, es
una búsqueda inteligente y documentada de lo que aparentemente se advierte y
revela aspectos de la propuesta que posiblemente no se tuvieron en cuenta. Es
una expresión de reto y compromiso con la idea, que permite crear una
confrontación conceptual para pensar dentro y fuera de la caja y así, proponer
vistas alternativas de la idea inicial.
Cuando se cultiva una
resistencia productiva, es posible motivar cambios y transformaciones en
diferentes niveles de la organización y de la vida personal, para correr el velo de las nuevas formas de
concebir la vida, de los cambios estructurales que le permitan tanto a la
organización como a la persona, promoverse a una nueva etapa de evolución que
le exige nuevas habilidades y competencias, para repensarse a sí mismo(a).
Cuando nos sentimos cómodos
con una idea, debemos someterla a una resistencia productiva, para motivar
vistas encontradas, reflexiones disonantes y motivaciones inesperadas, con el
fin de pasarla por el crisol de la crítica productiva, para que superado este
momento, renazca con la fuerza y decisión requerida que permite desarrollar y
transformar la manera de hacer las cosas.
En este sentido, afirma Rehn,
“(…) La creatividad no es una competición
de originalidad, sino un proceso que trata de encontrar formas de avanzar y
soluciones que resuelvan los problemas. (…)”, por tanto, las ideas y
propuestas deben liberarse para que fluyan y someterse a la resistencia
productiva, que permita validar sus contextos y adaptaciones, para que así, el
proceso aumente la confianza en aquel que la presenta y fundamente la experiencia
práctica en su campo de conocimiento, ganando mayor credibilidad en su
audiencia.
La resistencia productiva
aumenta la capacidad de persuasión del proponente, se aprovecha de los
novedosos puntos de vista de sus evaluadores, revela historias emergentes
detrás de sus comentarios y eleva el nivel de la discusión de la temática.
Así las cosas, cada vez que
nos expongamos a la presentación de ideas u oportunidades, transformemos la
esencia de nuestro mensaje, para comunicar la primicia de nuestra propuesta de
valor, dejando de lado nuestro ego, abriendo espacio para desaprender de
nuestra propia práctica y experimentar la humildad de aquellos que se han
atrevido a ser diferentes y marcar la pauta para hacer que las cosas pasen.
El Editor.
Referencia
REHN, A. (2012) Ideas peligrosas. Cuando el pensamiento
provocador se convierte en el activo más valioso. Pearson.
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