domingo, 25 de agosto de 2013

Domesticar la incertidumbre



Revisando recientemente el libro de Nassim Taleb, denominado “Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden”, me recuerda igualmente la segunda ley de la termodinámica que afirma que: “La cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo”, esto es, “el universo tiende a distribuir la energía uniformemente; es decir, a maximizar la entropía”, que no es otra cosa que acelerar la evolución o la transformación.

En este sentido, las anotaciones de TALEB sobre el concepto de Antifrágil, detalla el autor, “se refieren al beneficio o perjuicio potencial resultante de la exposición a algo relacionado con la volatilidad. ¿Y qué es ese algo? Pues, simplemente, la pertenencia a la familia extensa del desorden: incertidumbre, variabilidad, conocimiento imperfecto o incompleto, azar, caos, volatilidad, desorden, entropía, lo desconocido, aleatoriedad, alteración, estresar, error, desconocimiento, dispersión de resultados.”

Todas las palabras anteriores suponen un ambiente inestable, desequilibrado psicológicamente incómodo para las personas y angustiante, donde claramente muchos de nosotros no quisiéramos estar. Sin embargo, conocerlo, enfrentarlo e incorporarlo en desarrollo de nuestras actividades, nos permite recorrer el camino para mantenernos activos y alertas a los desequilibrios del entorno para capitalizar las oportunidades que se presenten y limitar los efectos adversos que ello conlleve.

En la distribución uniforme de la energía, es decir, en la maximización del desorden, la vida tiene su lugar y es allí, donde todas las especies ponen a prueba su capacidad para entender y sobrevivir a los diferentes entornos de la naturaleza, algunos con más éxito que otros. En este sentido, el poder capitalizar los efectos y acciones de “desorden”, es decir, situarnos en una posición que saque provecho de la inestabilidad, esa habilidad que debemos desarrollar para navegar en medio de las amenazas, alimentarnos de sus efectos y potenciar nuestros sueños.

En este contexto, pareciera que todo el universo estuviese orientado a sacarnos siempre de la zona de confort, de la zona pasiva, de la quietud que muchas veces reclamamos. El movimiento constante de los elementos y sus relaciones emergentes, provocan todo el tiempo cambios cuyos efectos inesperados, no se hacen esperar. En consecuencia, nuestra vida espiritual y material debe estar en constante combate, para mantener el equilibrio del nivel de cambio requerido en cada momento del mundo.

Convertirse en un ser antifrágil o mejor aún una realidad propia de la evolución, demanda de cada uno de nosotros experimentar situaciones límites, entender las mismas y sus vectores de ataque, es decir, comprender que debemos aumentar nuestra capacidad de generar opciones y acciones para ver con rapidez las trazas de la inevitabilidad de la falla y así motivar nuestra conducta para iniciarnos en el arte de “domesticar” la incertidumbre, que como anota TALEB, se traduce en: “reducir los riesgos perjudiciales y mantener el beneficio de las posibles ganancias”.

El Editor.

Referencia
TALEB, N. N. (2013) Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden. Paidos

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