Cambios acelerados del mundo,
tensiones mundiales por amenazas entre naciones, transformaciones de paradigmas
empresariales es el escenario donde actualmente debemos vivir y continuar
abriendo posibilidades para hacer que las cosas pasen. Esta condición de
cambios y tensiones debe mantenernos alerta y anticipando nuevos vectores de riesgo
para continuar inmersos en la realidad, sin dejarnos penetrar por ella.
El nuevo pontífice, el Jesuíta,
Jorge Bergoglio, nos muestra que debemos mantener una mente abierta y un
corazón creyente, es decir una mente que explore y continúe comprendiendo las
asimetrías del mundo y sus deseos desordenados de tener, saber y poder; así
como, un corazón que se aferre cada vez más a las promesas del Creador, donde
el espíritu del creyente, descubra que en el ejercicio de una fe madura y
cierta es posible hacer realidad todo aquello que da testimonio y cuestiona al
mundo descreído y arrogante.
En estos tiempos de
controversia, que llevan al límite los conceptos de dignidad humana, igualdad y
tolerancia, se hace necesario desactivar los rituales humanos creados desde
nuestro propio egoísmo, para que la naturaleza sabia y generosa nos enseñe
nuevamente que es posible reconciliar nuestros deseos con el equilibrio
reinante en el universo, ese que ha sido instaurado para que encontremos el camino
de regreso a la vida plena que se nos ha dado desde el inicio.
Entender el misterio
fascinante y tremendo de la ruta final del mundo, es un enigma que preocupa al
hombre moderno, lo llena de incertidumbre, pero igualmente de esperanza. No
tenemos nada cierto sobre lo que vaya a ocurrir, no sabemos “ni el día ni la
hora”, por tanto debemos estar vigilantes como las “vírgenes prudentes”, con las
“lámparas llenas de aceite”, no sea que la vida se nos pase muy pronto y no tengamos
oportunidad de completar las obras que debemos concluir y los retos que debemos afrontar.
En el ejercicio de mantener
la mente abierta y el corazón creyente, la tentación hace su aparición, anota
Bergoglio en su libro que lleva el mismo nombre: “(…) siempre con rostro concreto, se insinúa con palabras concretas (…)
tiene su estilo propio, crece, se contagia y se justifica. (…)”, se hace
evidente en nuestra vanidad personal, profesional o académica; en nuestra
apariencia que supera nuestra realidad; en nuestros deseos de figurar y
alcanzar reconocimientos, que no son otra cosa que nuestros temores para
encontrarnos con nuestra condición humana limitada y caída, que exige
respuestas y garantías al Creador, cuando sólo basta “creer en las promesas,
aún sin poseerlas”, anota el religioso.
Descubrir el corazón
creyente que vive en cada uno de nosotros y activar la fuerza de la fe que vibra en él , es
preparar la mente y los ojos para ver la persona del “verbo encarnado” y salir
en camino, abandonando nuestras certezas y seguridades, renunciando a nuestros
egoísmos y vanidades, para que “sin mirar atrás”, nuestra mente abierta no sea
atrapada por las luces y destellos del mundo, y así ser obedientes a nuestra
misión y dar testimonio de ella, aún en medio de la persecución.
El Editor
Referencia:
BERGOGLIO, J. (2012) Mente abierta, corazón creyente.
Editorial Claretiana. Buenos Aires, Argentina.
Cuando se vive con mente abierta y el corazón no tan creyente, desviamos enormemente el camino. Pretender explorar y probar cosas porque el fin puede estar cerca o la vida es corta, es el estilo de vida de muchos. El tema realmente es vivir en el ejercicio de la fe madura, como lo expresa el autor. Acertivo y motivador, pero que dificil aveces es. Hay que seguir intentándolo
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