domingo, 14 de abril de 2013

Encuentro ecuménico



Casi todas las religiones del mundo exploran un camino trascendente, una búsqueda permanente de plenitud, que para unos es un lugar, para otros un estado, para la mayoría una experiencia fuera de lo natural conocido, que en muchas ocasiones ha sido advertida por humanos sobresalientes en virtudes y logros espirituales.

La búsqueda de esa experiencia sobrenatural no es el fin último de las religiones y sus diferentes doctrinas, sino el crecimiento personal y el vencimiento permanente de nuestra inclinación natural a lo menos perfecto. El ejercicio permanente de buscar los bienes superiores es una forma de mantener nuestra mente despierta, nuestro espíritu activo y nuestra vida plena.

La iluminación, la transfiguración, la liberación, el desapego son palabras que muestran una forma universal de ilustrar que somos luz en nuestro interior, que recibimos luz si la invocamos y que sólo en la medida que superemos nuestros apegos, podemos liberar la esencia misma de lo que somos y encontrar esa conexión abierta y global con el todo, ese del cual hacemos parte y que muchas veces ignoramos.

Cualquiera que sea tu religión o credo, él te debe llevar a exigirte cada vez más y motivarte a continuar buscando tu máximo potencial, la misión que debes desarrollar y los retos que debes superar. Cualquiera sea tu creencia, tu espíritu debe buscar a diario un contacto directo con tu ser Superior (cualquiera sea la imagen que tengas de él), con ese modelo de perfección, que espera que vayas más allá del mundo donde vives y experimentes en esencia, la fuerza mística que él mismo te ha dado.

Buscar la tranquilidad, superar los sufrimientos, alcanzar la paz del alma o entrar en la armonía del universo, son todas expresiones del mismo fin, sólo que leídas cada una en claves diferentes, con diferentes contextos y diversas manifestaciones. Pero si revisamos en profundidad, a pesar de las diferencias, se encuentra un fin equivalente en todas que nos lleva a buscar en nuestra vida interior lo requerido para alcanzar los bienes superiores.

Con el paso del tiempo y la globalización de las creencias y prácticas religiosas los seres humanos comprenden que su desarrollo personal y humano, se encuentra enraizado en la forma como cada uno de ellos busca el encuentro con su DIOS, con la esfera trascendente de la vida, que está anclada en la genética humana desde sus inicios y a la cual no puede renunciar, so pena de quedar atrapado en un mundo donde no hay esperanza o fines que alcanzar.

Así las cosas, que el encuentro ecuménico de las diferentes doctrinas universales, encuentre en las diferencias propias de cada credo, la forma que busque afianzarnos en el conocimiento de nuestra fe y, que las semejanzas y potencialidades propias de cada una de ellas, sean el signo visible que acelere nuestro encuentro permanente con la luz y la vida espiritual, esa que ha sido plantada en nuestros corazones como camino y ruta de encuentro con la divinidad, con la plenitud, donde no hay tiempo ni espacio, sólo virtud.

El Editor

No hay comentarios:

Publicar un comentario