Casi todas las religiones del
mundo exploran un camino trascendente, una búsqueda permanente de plenitud, que
para unos es un lugar, para otros un estado, para la mayoría una experiencia
fuera de lo natural conocido, que en muchas ocasiones ha sido advertida por
humanos sobresalientes en virtudes y logros espirituales.
La búsqueda de esa
experiencia sobrenatural no es el fin último de las religiones y sus diferentes
doctrinas, sino el crecimiento personal y el vencimiento permanente de nuestra
inclinación natural a lo menos perfecto. El ejercicio permanente de buscar los
bienes superiores es una forma de mantener nuestra mente despierta, nuestro
espíritu activo y nuestra vida plena.
La iluminación, la transfiguración,
la liberación, el desapego son palabras que muestran una forma universal de
ilustrar que somos luz en nuestro interior, que recibimos luz si la invocamos y
que sólo en la medida que superemos nuestros apegos, podemos liberar la esencia
misma de lo que somos y encontrar esa conexión abierta y global con el todo,
ese del cual hacemos parte y que muchas veces ignoramos.
Cualquiera que sea tu
religión o credo, él te debe llevar a exigirte cada vez más y motivarte a
continuar buscando tu máximo potencial, la misión que debes desarrollar y los retos
que debes superar. Cualquiera sea tu creencia, tu espíritu debe buscar a diario
un contacto directo con tu ser Superior (cualquiera sea la imagen que tengas de
él), con ese modelo de perfección, que espera que vayas más allá del mundo
donde vives y experimentes en esencia, la fuerza mística que él mismo te ha
dado.
Buscar la tranquilidad,
superar los sufrimientos, alcanzar la paz del alma o entrar en la armonía del
universo, son todas expresiones del mismo fin, sólo que leídas cada una en
claves diferentes, con diferentes contextos y diversas manifestaciones. Pero si
revisamos en profundidad, a pesar de las diferencias, se encuentra un fin
equivalente en todas que nos lleva a buscar en nuestra vida interior lo
requerido para alcanzar los bienes superiores.
Con el paso del tiempo y la
globalización de las creencias y prácticas religiosas los seres humanos
comprenden que su desarrollo personal y humano, se encuentra enraizado en la
forma como cada uno de ellos busca el encuentro con su DIOS, con la esfera
trascendente de la vida, que está anclada en la genética humana desde sus
inicios y a la cual no puede renunciar, so pena de quedar atrapado en un mundo
donde no hay esperanza o fines que alcanzar.
Así las cosas, que el
encuentro ecuménico de las diferentes doctrinas universales, encuentre en las
diferencias propias de cada credo, la forma que busque afianzarnos en el conocimiento
de nuestra fe y, que las semejanzas y potencialidades propias de cada una de
ellas, sean el signo visible que acelere nuestro encuentro permanente con la
luz y la vida espiritual, esa que ha sido plantada en nuestros corazones como
camino y ruta de encuentro con la divinidad, con la plenitud, donde no hay
tiempo ni espacio, sólo virtud.
El Editor
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