domingo, 7 de octubre de 2012

Desprendimiento humano


Recientemente estudios revelan que personas de más de treinta años, aún viven en el hogar con sus padres, situación que para algunos es irrelevante, pero para otros es signo de posponer el abandono de la casa paterna. Dentro de lo que anotan los estudios sobre esta situación, se indica que las personas en esta condición desean mantener su libertad, ganando lo suficiente y teniendo acceso a muchas comodidades.

Lanzarse fuera de la casa paterna, registra muchas interpretaciones, las cuales hayan su asidero conceptual en cada una de las personas y sus situaciones particulares. Para algunos el continuar en casa de los padres, es signo de inmadurez, signo de indefinición y temor a enfrentar la realidad del mundo. Para otros, es apego a la condición de protección, no asumir la responsabilidad de sus propios gastos y responsabilidades, generando dependencia pasiva del resguardo de sus padres.

En la naturaleza los animales y sus crías viven los procesos de desprendimiento, de abandono y salida fuera del seno familiar. Es una forma natural de lanzarlos a conquistar su propia independencia y valerse por sí mismos frente al mundo agreste y salvaje, donde sobrevivir es la consigna principal, para lo cual el instinto es la función básica que les permite moverse y aprender del entorno que les rodea.

El ser humano al ser una especie pensante, llena de virtudes y defectos, no es la excepción para surtir el proceso de abandono de la seguridad del hogar paterno. Está escrito en la genética humana, que se necesario continuar el camino de la evolución fuera del seno familiar, fuera de la zona confortable de los padres, para terminar de forjar el carácter y el criterio necesario para dar testimonio de las enseñanzas de casa en la construcción personal que todos hacemos a diario.

No es la intención criticar a aquellos que aún continúan viviendo en casa con sus padres, asumiendo responsabilidades y compartiendo la vida con sus progenitores, sino advertir que la naturaleza es fiel a sus designios y sabe que cada ser viviente deber completar su proceso de desprendimiento natural. Al igual que Cristo, se desprendió hasta de sí mismo para alcanzar la plenitud de su obra: amor a la cruz, que sólo fue posible soltando las amarras del amor familiar y el amor personal, para abrazar el amor comunitario, el amor trascendente que todo lo abarca y todo lo llena.

Así pues, que nuestro camino personal de crecimiento, fundado en el amor de familia, en el amor propio y en el amor trascendente (DIOS con nosotros), experimente su máxima expresión en el ejercicio de nuestra libertad, esa condición humana que nos exige el dominio de sí mismo, el compromiso con el recto orden y la práctica de la virtud.

El Editor

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