Recientemente estudios
revelan que personas de más de treinta años, aún viven en el hogar con sus
padres, situación que para algunos es irrelevante, pero para otros es signo de
posponer el abandono de la casa paterna. Dentro de lo que anotan los estudios
sobre esta situación, se indica que las personas en esta condición desean
mantener su libertad, ganando lo suficiente y teniendo acceso a muchas
comodidades.
Lanzarse fuera de la casa
paterna, registra muchas interpretaciones, las cuales hayan su asidero
conceptual en cada una de las personas y sus situaciones particulares. Para
algunos el continuar en casa de los padres, es signo de inmadurez, signo de
indefinición y temor a enfrentar la realidad del mundo. Para otros, es apego a
la condición de protección, no asumir la responsabilidad de sus propios gastos
y responsabilidades, generando dependencia pasiva del resguardo de sus padres.
En la naturaleza los animales
y sus crías viven los procesos de desprendimiento, de abandono y salida fuera
del seno familiar. Es una forma natural de lanzarlos a conquistar su propia
independencia y valerse por sí mismos frente al mundo agreste y salvaje, donde
sobrevivir es la consigna principal, para lo cual el instinto es la función
básica que les permite moverse y aprender del entorno que les rodea.
El ser humano al ser una
especie pensante, llena de virtudes y defectos, no es la excepción para surtir
el proceso de abandono de la seguridad del hogar paterno. Está escrito en la
genética humana, que se necesario continuar el camino de la evolución fuera del
seno familiar, fuera de la zona confortable de los padres, para terminar de
forjar el carácter y el criterio necesario para dar testimonio de las
enseñanzas de casa en la construcción personal que todos hacemos a diario.
No es la intención criticar a
aquellos que aún continúan viviendo en casa con sus padres, asumiendo
responsabilidades y compartiendo la vida con sus progenitores, sino advertir
que la naturaleza es fiel a sus designios y sabe que cada ser viviente deber
completar su proceso de desprendimiento natural. Al igual que Cristo, se
desprendió hasta de sí mismo para alcanzar la plenitud de su obra: amor a la
cruz, que sólo fue posible soltando las amarras del amor familiar y el amor
personal, para abrazar el amor comunitario, el amor trascendente que todo lo
abarca y todo lo llena.
Así pues, que nuestro camino
personal de crecimiento, fundado en el amor de familia, en el amor propio y en
el amor trascendente (DIOS con nosotros), experimente su máxima expresión en el
ejercicio de nuestra libertad, esa condición humana que nos exige el dominio de
sí mismo, el compromiso con el recto orden y la práctica de la virtud.
El Editor
No hay comentarios:
Publicar un comentario