domingo, 7 de abril de 2019

"Hacer silencio" y "Estar en silencio"


En un mundo en constante cambio y en desorden permanente, encontrar paz y tranquilidad parece una tarea inalcanzable. Explorar espacios de reflexión y reposo entre la marea de acciones y actividades humanas plantea un reto para una sociedad moderna, que busca afanosamente nuevos horizontes de desarrollo y capacidades novedosas para alcanzar mayores niveles de bienestar.

El silencio como elemento fundamental de la vida humana pasa desapercibido, mimetizado en el tejido de las tensiones y la turbulencia de los acontecimientos, como un extraño que pasea su mirada sobre la velocidad de los hechos, sin que nadie lo note y lo advierta como ese narrador de una historia donde la contradicción, los inciertos y las zozobras son parte de los nuevos estándares de una sociedad que exige eficiencia, eficacia y efectividad, como pilares de una vida centrada en el  “saber” y en el “saber hacer”.

“Hacer silencio”, es distinto que “estar en silencio”. Mientras el primero, trata sobre las condiciones del entorno, esa ausencia de ondas sonoras o expresiones perceptibles por el oído humano que advierten un escenario de aislamiento y determinado por un reconocimiento de una persona frente a su espacio; el segundo es una expresión de un camino interior, de un control del ruido interno del ser humano, que busca encontrar una ruta de conocimiento profundo, que lo conecte con su “yo interior”, con la esencia de su propio ser, donde se reconoce limitado y vulnerable, y al mismo tiempo, motivado y emocionado.

El silencio exige una condición creativa del ser humano. Se requiere mucha creatividad para lograr “hacer silencio”, como preámbulo para “estar en silencio”. La creatividad supone cambiar o perturbar el orden establecido, cuestionar las reglas del mundo sobre el acallar los bombardeos permanentes de las emociones, de las angustias, de los afanes, para crear un nueva manera de desconectar el cuerpo de la invasión sonora del entorno actual; un tomar distancia y poder ver “cómo vibra el mundo” sin oscilar con él.

Cuando logramos esa distancia prudente, es posible conectarnos con la vista interior del hombre. Se revela la presencia del ser, la magia interna del individuo, que espera su turno para dialogar en un espacio, para muchos desconocido, donde el hombre se reconoce a sí mismo con su visión trascendente. En ese punto y lugar, ya no existe una división entre lo físico y lo espiritual, sino una vista sistémica de la realidad que alcanza todos los linderos de la vida humana, un espacio privilegiado que representa una ruptura con el orden cartesiano preestablecido por las mayorías y sus intereses particulares.

“Estar en silencio” es un ejercicio donde se suspende la realidad, donde el “saber” y el “saber hacer” pasan a un segundo plano para dar paso al “saber ser”. Una competencia que busca conectar al hombre con su liderazgo personal y trascendente, con el perfeccionamiento de su vida espiritual y sobremanera, con la fuente misma de su fuerza interior, que no es otra cosa, que su permanente contacto con su visión de un ser superior, en el cual se transforman y logran todos sus deseos, y se colman todas sus esperanzas.

El silencio representa la mirada del hombre, que conectado con su realidad exterior, posibilita una ruta hacia su interior, donde se rompe con la linealidad del mundo, con las estridentes y brillantes luces de las vanidades humanas, para crear caos e incierto en el mundo visible, que prepare y promueve una nueva lógica del mundo, desde aquello que es invisible.

El Editor

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