sábado, 13 de abril de 2019

Encontrar respuestas

Todos los seres humanos tenemos preguntas, situaciones, contextos en los cuales queremos encontrar respuestas que alivien ese vacío o angustia interior que genera aquello para lo cual no hay una certeza. Somos seres incompletos, en obra negra permanente, pero con vocación de aventura y reto, que nos permite avanzar en medio del ruido del mundo para visualizar aquello que nos habilita para dar ese paso que nos lleve al siguiente nivel de evolución, donde “mudamos de piel” y reinventamos nuestra propia existencia.

Encontrar respuestas en un mundo “lleno de distracciones”, nos puede desviar de la esencia misma de lo que buscamos. Los reconocimientos, los aplausos, las distinciones, si bien son momentos importantes en la vida, como signo de que hay cosas que se están haciendo bien, de acuerdo con los estándares del mundo; deben ser utilizados como plataforma, para seguir interrogándonos sobre cual es la siguiente frontera que queremos alcanzar. Acomodarse en el sillón de los que “dejan de aprender”, es iniciar un proceso de oxidación del intelecto, del alma y del cuerpo, que termina en la maleza del “éxito” que te oculta del entorno y te niega la luz de la novedad.

Muchas veces queremos tener respuestas express, rápidas y concretas para mantener el ritmo de la vida y no perdernos de las condiciones cambiantes del ambiente, sin embargo, se hace necesario desacelerar un poco, revisar en profundidad y abrirnos a las posturas diversas, para desconectar aquello que creíamos era la “verdad” y retarnos a reconstruir y contar nuevas historias, donde las respuesta que buscamos aparecen entretejidas en las posturas que vamos encontrando. El ser humano, tiene hambre de entender y por lo tanto, deberá tomarse el tiempo para vivir aquello que desea desnudar, conocer y ser.

Cuando el hombre tiene la respuesta que necesita, la búsqueda no termina, sino que inicia un proceso de conexión ascendente, que deja de ser influida por los “destellos del mundo” y se deja sorprender por las “luces del alma”. Esas luces, surgen cada vez que es posible detener la exigencia de la eficiencia y la eficacia, y le damos paso, a la conversación personal, a la sanación interior y a la conexión espiritual. Nada más sabio, que perseverar en aquello que no se ve, para distinguir nuevas posibilidades en aquello que podemos ver y reconocer.

La vida del hombre que busca respuestas, es una vida en permanente evolución, en permanente reto. Es un hombre, que más allá de andar “desconectado de su realidad”, vive la esencia de su humanidad, de su propia vocación, de su propio destino. Las respuestas del hombre que se interroga a sí mismo, no vienen de gurús empresariales, ni de misteriosos maestros espirituales, sino de una oportunidad, de una decisión personal, que abre la ventana de su propia vida al aprendizaje, a la existencia de un “ser trascendente”, que se conecta con el mundo material, con la visión individual y con la luz de la fuente espiritual.

Encontrar respuestas en la vida, es vivir de cara a una vida intelectual y espiritualmente activa, que le permite al hombre, mantener su curiosidad, su inquietud, su conexión vital con el entorno y su interioridad, para establecer una relación de doble vía entre sus vocación y propósito de vida; una intensa y reiterativa promesa que reconoce y reconcilia al hombre consigo mismo, para descubrir que el mapa que ha construido no es el territorio y por tanto, su labor todo el tiempo no es encontrar respuestas correctas, sino construir mejores preguntas.

El Editor. 

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