Muchos buscan la
tranquilidad y la paz espiritual en medio de las turbulencias de los afanes del
mundo y los tildan de locos y raros. Otros decidieron alejarse de las pretensiones
de los sistemas sociales mandantes y se les critica de idealistas y
desenfocados. La realidad de estas dos afirmaciones, está en las perspectivas
científicas del Profesor Prigogine, cuando afirma que “sólo en la inestabilidad se introducen nuevos esenciales. (…)” (Prigogine,
2017, 14). Parafraseando al mencionado académico, podríamos decir que, sólo en
la inestabilidad podemos descubrir capacidades esenciales humanas, esas que
están más allá de nuestro conocimiento.
El caos que vemos en
las dinámicas sociales actuales, entendiendo caos, como las inestabilidades
propias de las relaciones entre las personas y las estructuras sociales creadas
por los hombres, no sólo permiten ver aspectos contrarios a una visión compartida
y común deseada, sino igualmente las estrategias y acciones de aquellos que
encuentran en esa dinámica respuesta inéditas, que resultan desconcertantes tanto
para los que apelan al egoísmo y falta de vocación de servicio, como a los que
buscan privilegiar y encontrarse con el otro.
En medio de las
inestabilidades existen nuevas preguntas que están esperando que alguien les de
respuesta. Muchas veces la respuesta a una situación no es una declaración
concreta y detallada, sino una nueva pregunta. En cada nueva pregunta, lo que
existe es un foco de inestabilidad, ese que cuestiona y reta el conocimiento
previo. En la medida que las preguntas incomoden y generen escozor, mayor
inestabilidad habrá y se estará abriendo un camino para construir un equilibrio
dinámico, que se nutre y navega sobre las fuentes de nuevos retos y desafíos.
Cuando las personas
buscan paz y armonía en su corazón, no buscan quietud o serenidad, o ausencia
de ruido exterior, sino comprender y conquistar un equilibrio dinámico en su
vida, que les permita navegar en medio de los mares insospechados del mundo y
sus tormentas, con el corazón abrazado a su espiritualidad, donde las palabras
del maestro se repiten a diario, anda yo te lo mando, no tengas miedo, “navega
mar adentro y echa las redes” (Lc 5,
1-11) y confía en que el te acompaña y te alimenta con su fuerza y con su luz.
La paz no sinónimo
de quietud o inercia. La paz no es dejar de actuar cuando corresponde, ni de
habilitar espacios de contraste de ideas con otros, es reconocer que somos
seres diferentes con visiones y posturas distintas, que a través de la inestabilidad
reinante en las situaciones del mundo, queremos encontrar nuevas respuestas,
nuevas preguntas y sobremanera nuevos caminos para reinventarnos a nosotros mismos.
Es claro que en este
ejercicio de inestabilidad podrán primar los intereses personales y los generales,
y en la medida que alguno tenga papel protagónico, habrá elementos para continuar
avanzando y creando oportunidades para la reconstrucción de los tejidos
humanos.
Conectar al hombre con su espiritualidad, es liberarlo de su condición
de esclavo de las estructuras sociales, de los mandatos que limitan su
desarrollo y principalmente, lanzarlo fuera de espacios conocidos, donde sólo
la inestabilidad será su maestra para alcanzar, bien la sabiduría que nace de
un encuentro consigo mismo, o bien perseverar en la necedad de conseguir los
intereses personales o de aquellos que las estructuras mandantes le indican.
Referencia
Prigoine, I. (2017) Las leyes del Caos. Ciudad de México,
México: Ediciones Culturales Paidos.
El Editor