Mientras en la vida
haya misterios que conocer, retos que conquistar y sueños que cumplir, siempre
habrá una oportunidad para aprender, para sorprender y sorprenderse, para
descubrir aquello que nuestra ceguera cognitiva no nos permite ver. En este
ejercicio por encontrar nuevas formas de ver la existencia, debemos entender
que nuestro conocimiento es limitado y reconocernos como tal, nos permite
experimentar la sensación de conquista interior, esa que nos mantiene con el
polo a tierra y lejos de las “luces vistosas” de la arrogancia y de la
necesidad de “tener respuesta para todo”.
Somos sistemas
abiertos que interactuamos y reconocemos a múltiples actores en nuestro entorno
que nos permite abrir posibilidades, como una forma de encontrar “espacios en
blanco” donde la imaginación puede proponer y concretar opciones para retar el status quo vigente, no para continuar
con la carrera de la productividad personal, sino como una opción para “escribir en el margen de las hojas” y
lanzarnos a ver la globalidad de lo que ocurre desde la tribuna privilegiada
como la incertidumbre y la inestabilidad del entorno.
Cuando tenemos la
posibilidad de desconectar nuestros supuestos y darnos la oportunidad de ver a
través de los lentes de otras disciplinas, es viable tener visiones más
ambiciosas que permiten identificar puntos en un espacio de creación nunca
antes vistos y comprender relaciones emergentes entre objetos de análisis, que
se revelan cuando consentimos que los supuestos de nuestras reflexiones sean
interrogados desde perspectivas ajenas a sus fundamentos.
Motivar este tipo de
ejercicios de exploración y reto para la práctica profesional, es una inversión
que cada persona puede capitalizar, no sólo desde la esencia misma de su formación,
sino desde la práctica de su participación en las organizaciones. Esto es,
superar la visión “taylorista” de producción industrial y masiva, para
transformarla en una experiencia de construcción e innovación, que permea la
base misma de sus saberes previos, como fundamento para recorrer los caminos
del aprendizaje y desaprendizaje, que repercute en la manera como los seres humanos
ven el mundo y sobremanera, como encontramos nuevos retos para continuar
avanzando en la existencia.
Hoy las empresas han
aprendido a superar el modelo capitalista, explotador del trabajador, creando
escenarios de aprendizaje, donde es posible combinar las exigencias pedagógicas
necesarias para articular los desafíos del aprender y, los objetivos de negocio
y retos empresariales, con el fin de crear una sinergia entre estas dos
realidades, las cuales se alimentan y nutren mutuamente desde una lectura
sistémica. Lo anterior, supone salir del paradigma “causa-efecto” basado en la “sanción
por el error”, para diseñar “espacios psicológicamente seguros” donde el “error
es una oportunidad” que nos sorprende y nos ilustra nuevas formas de
comprender.
Si bien la educación
mantiene su postura “respecto de educarnos y formarnos” como tarea que ocupa
toda la vida, las organizaciones reclaman su espacio de formación específica,
una pedagogía empresarial, como fundamento no solo de capitalizar nuevas
oportunidades de negocio, sino como una forma específica de mejorar la calidad
de vida de la persona y como escenario para la realización personal. Parafraseando
a Esteve (2010): habilitar un salto cualitativo, donde el aprendizaje y el
conocimiento, sean la base para motivar nuevas ideas, que nos lleven a
comprender el mundo o incluso a nosotros mismos.
El Editor.
Referencia
Esteve, J. (2010) Educar: un compromiso con la memoria. Barcelona, España: Octaedro.
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