Estamos en un
momento de transformaciones aceleradas, de revoluciones personales e
industriales, que manifiestan el espíritu de cambio en la humanidad.
Contradicciones, inestabilidades y algunas veces, sin sentidos, alertan sobre
las nuevas lecturas que estamos y vamos hacer de la dinámica social y humana.
En este sentido, somos producto del aprendizaje, del cambio de comportamientos
que experimentamos cada vez que “suspendemos la dinámica de nuestra realidad”.
Si “el aprendizaje
no se puede diseñar” (Gros y Mas, 2016, p.66) dado que pertenece al ámbito de
la experiencia y de la práctica, la sociedad, consciente de esta misión y reto
de supervivencia, debe anticipar “el proceso que deberá seguir cada uno de sus
participantes”, para seleccionar aquellos contenidos que son de interés y
relevancia, con el fin de organizarlos, para motivar el aprendizaje de sus
miembros, como una capacidad para cuestionar su propia realidad y construir
distinciones que no existían previamente.
Si “solo se aprende
cuando aparece un comportamiento nuevo” (Barreda, 1995, p.1), la pregunta es
¿cuáles son los comportamientos que requerimos para mantener el desarrollo
asimétrico y armónico al mismo tiempo en el contexto social? En otras palabras,
¿qué aprendizajes debemos alcanzar para desconectar nuestras preconcepciones
existentes y así incorporar nuevas formas de ver el mundo, nuevos patrones de
comportamientos que eleven nuestro nivel de entendimiento de lo social y lo
humano como prerrequisito de las sinergias sociales requeridas para transformar
la realidad?
El aprendizaje se nutre de la esencia de la
incertidumbre, de los fundamentos de lo inestable, de la dinámica de lo volátil
y de la lectura de lo ambiguo. El aprendizaje no está diseñado para mantenerse
en la zona de lo cierto y conocido, es una nave que demanda zarpar a aguas
profundas para concretar una adaptación inesperada, con el fin de tomar
decisiones mejor informadas y así adelantar intervenciones educativas que sean
el punto base de cambios de comportamientos que revelen cuanto hemos aprendido.
Así las cosas, el
entorno se encarga a diario de crear nuevas visiones y espacios de trabajo,
para proponernos el desarrollo de capacidades alternas que anticipen los nuevos
inciertos, esas oportunidades que retan nuestros conocimientos previos y así,
compartir experiencias renovadas de lo conocido, en medio de lo inesperado,
como ese patrón de diseño que aparece para proporcionar una nueva experiencia
de vida.
Aprender de la
dinámica actual del mundo demanda una exigencia de racionalidad y de
creatividad. Una racionalidad para conectar problemas reconocibles con
soluciones probadas, una racionalidad para comprender en profundidad las características
de objetos de interés y sus posibles explicaciones, una racionalidad que asume
la causalidad como forma natural de comprender su entorno.
Así mismo la
creatividad, como una oportunidad para liberar el pensamiento de lo racional y
pensar en lo inesperado e inestable; como una función que descubre
características inexploradas de los objetos y como una epistemología que
desafía la causalidad como la única forma de comprender los fenómenos actuales.
Recuerde que, todas
las transformaciones llevan consigo aprendizajes y cambios, renovaciones que
quiebran el status quo de las cosas. Por tanto, si quieres estar alineado con
las transformaciones globales, recuerda que debes alcanzar maestría como buen aprendiente,
esto es, disposición y apertura para creer y experimentar, así como disciplina
y confianza para volver a empezar.
EL Editor.
Referencias
Gros, B. y Mas, X.
(2016) ¿Cómo aprender en red? En Gros, B. y Suárez-Guerrero, C. (eds) (2016) Pedagogía red. Una educación para tiempos de
internet. Barcelona, España: Octaedro-ICE Universidad de Barcelona. 55-75
Barreda, R. (1995) Aprendizaje. La función de educación en la
empresa moderna. Madrid, España: Conorg, S.A.
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