Todos tenemos
imaginarios sobre aspectos particulares de la vida. Formas de ver el mundo que
hemos venido aprendiendo y consolidando con las experiencias personales y los
patrones que la sociedad muchas veces nos impone.
Un caso particular
son los personajes de cuentos infantiles o programas de televisión que crean
poderosas construcciones mentales que llegan a configurar “verdades” y
respuestas naturales cuando se confiesan realidades concretas de la vida.
Uno de ellos es caperucita
roja y el famoso lobo feroz. La versión que se ha consolidado en nuestra mente
y recuerdo, es la vista de Caperucita donde el lobo termina siendo un villano
que acaba con la vida de uno de los personajes para engañar a nuestra hermosa
niña del bosque. Pero, ¿hemos escuchado la versión del lobo? ¿Tendrá una vista
distinta el lobo de este cuento tan conocido? Posiblemente si, y tal vez el lobo
sea un damnificado de una provocadora acción de la niña caperucita, con lo cual
nuestra percepción del final de la historia puede cambiar.
Cuando logramos
disminuir la voz de la contraparte, que tiene algo que decir o complementar e
imponemos el discurso de una sola voz, estamos ahogando una posibilidad, una
fuente que enriquece la vista panorámica de la realidad de la cual
participamos. Opacar la voz del otro, es
perdernos de un punto de vista que nos permite revelar una postura inexplorada
que puede y debe ser parte de la reconstrucción del contexto particular donde
actuamos.
Otra de las figuras
en contraste son el coyote y el correcaminos, dos especímenes que hacen parte
de una relación ecológica de cazador y presa. Mientras el correcaminos parece
contar con toda la suerte y posibilidades del mundo, el coyote se configura
como un planeador, calculador y emprendedor que insiste, persiste y nunca
desiste de su objetivo: atrapar al “correcaminos”. Un eterno cazador que nunca
concluye su labor.
Bajo este contexto
muchos aplauden la realidad del correcaminos, su agilidad, su capacidad de
evasión y la visión anticipadora que tiene. Sin embargo, habría que hacerle una
entrevista al coyote para que nos ilustre de dónde saca su ingenio, cómo se
motiva cada vez luego de un intento fallido, cómo logra siempre poder ubicar a
su presa y sobremanera cómo desarrolla y elabora las sofisticadas apuestas
tecnológicas y prácticas, finamente calculadas para tratar de atrapar al
correcaminos, situaciones que, en últimas, representan la realidad de muchas
personas que insisten, persisten y nunca desisten para alcanzar sus metas y
sueños.
Tanto el coyote como
el lobo, son personajes que tienen una carga negativa pesada, que ha sido
reiterada en nuestro imaginario y que, sin embargo, tienen una historia
particular que merece ser contada. Es momento de darle la oportunidad y la voz
al lobo y al coyote para cuenten su historia, que nos enseñen de su capacidad
para superarse a sí mismos y nunca abandonar sus retos.
Estos dos
personajes, revelan aquellas realidades y desafíos que no han sido contados, el
secreto de la pedagogía del error, de la posibilidades y contextos que están
latentes en nuestras vidas; una apuesta complementaria que nos habla de caminos
inciertos de un lobo en el bosque y la creatividad de un coyote que vive y
descubre cada día el desierto.
Caperucita y el
correcaminos son personajes de la fantasía del éxito, que han merecido nuestra
atención y reconocimiento. Es hora de retomar los inciertos del lobo y los
retos del coyote, como personajes reales que se identifican con nuestra propia
humanidad, esa, que día a día construye sus propias oportunidades, en medio
contradicciones y verdades parciales.
"Démosle la oportunidad al lobo y el coyote para contar su versión, después de todo, quizá algo podríamos aprender o desaprender de ellos".
El Editor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario