Muchas
investigaciones sustentan que no sólo se aprende en el aula, sino en múltiples
facetas y momentos de la vida de las personas. En este sentido, aprender es un
ejercicio permanente que nos invita a sorprendernos de los eventos diarios para
desconectar nuestros saberes previos, enriquecerlos con las condiciones
novedosas y desarrollar nuevas ganancias teóricas y prácticas.
Si lo anterior es
correcto, aprender es un proceso, una acción consciente e inconsciente de la
persona humana, que permite contextualizar una deconstrucción de la realidad en
el escenario de saberes previos y novedosos, con el fin de resignificar un
conjunto de relaciones y conexiones dinámicas con elementos de interés de su ambiente,
que definen la forma como un individuo se apropia de su contexto, le da forma a
sus propuestas y transforma su entorno y su propia vida.
El aprendizaje es
una capacidad humana clave, en donde conviene invertir todas las energías, con
el fin de hacer de cada ser humano una persona distinta, un otro diferente, que
es capaz de revelar e incrementar su potencial, con el fin de avanzar en el
desarrollo de su propio plan de vida y construcciones sociales. Aprender no algo que surge de fuera de la
persona, sino una transformación que se concreta en su interior, en su propia
cámara de supuestos y realidades históricas.
Cuando el ser humano
aprende, dejar de ser el mismo, se convierte en una nueva versión mejorada de
sí, que ha incorporado e interiorizado un nuevo saber con el cual está
habilitado para hacer nuevas distinciones de su realidad, que sean ocasión para
crear “quiebres” o sorpresas en otros, con el fin de facilitar una cadena interminable
de novedades que creen un momentum de
aprendizaje social que facilite el entendimiento de la complejidad propia del
tejido social donde este opera.
Aprender no es una
acción que se califique como éxito o fracaso, es una experiencia personal que
encuentra momentos de contradicción, dudas o inestabilidades, que provocan
interrogantes sobre los saberes previos, los cuales establecen las bases de las
nuevas oportunidades para ver el mundo con nuevos ojos. Una ocasión para
fortalecer y motivar la autonomía humana y mantener al hombre fuera de la zona
cómoda, buscando cada día nuevas excusas para desaprender.
Quien diga que “su
aprendizaje terminó”, estará al borde de la obsolescencia del conocimiento
previo y el envejecimiento de su capacidad de asombro. Esta enfermedad
educativa limita al hombre para recrear y enriquecer las experiencias que tiene
a diario, dejando de lado su propia virtud, entrando en un ciclo repetitivo y
conocido, donde la novedad no tiene cabida y se existe, es una amenaza que, por
sí misma, es un atentado contra el ego y su postura jerárquica vigente.
En definitiva,
aprender es una tarea que nos debe acompañar toda la vida, un ejercicio que como
afirma García, Ruiz y García (2009, p.71) permite al hombre “superarse a sí mismo, romper con la
monotonía, reconocer su pasado y proponer nuevas alternativas ante un futuro
abierto ante sí”.
El Editor
Referencia
García, L., Ruiz, M.
y García, M. (2009) Claves para la
educación. Actores, agentes y escenarios en la Sociedad actual. Madrid,
España: Narcea Ediciones – UNED.