Anotan los profesores
Colom, Sarramona y Vázquez (1994, p.34) que “la contingencia implica inseguridad. (…) Ello significa renunciar a las
soluciones perfectas y plantear las cuestiones en términos de “posibilidad” o
de aproximación. La contingencia implica asimismo eventualidad, cambio, y por
lo tanto dependencia”, una frase que nos recuerda el ser contingente que
somos, lo necesitado de nuestra condición humana y la inevitabilidad de la
falla que debemos asumir.
Continúan los
académicos diciendo: “etimológicamente,
contingencia proviene del latín contigo, que significa ser limítrofe, o sea,
estar en relación o en contacto, lo que hace que se pueda acoger al significado
de interacción entre variables, en donde una de ellas está en función de la
otra”, un ejercicio de reconocimiento del otro como parte de un todo donde
construimos y evolucionamos para mantenernos en constante movimiento, sabiendo
que la vulnerabilidad es la fuente natural del aprendizaje y del cambio que
requerimos o requieren las empresas.
Entendernos como
seres contingentes, es reconocer que estamos sujetos al cambio, a fluir más
allá de las causas y efectos del mundo, para comprender cómo estamos conectados
con otras personas para enfrentar situaciones límites o inesperadas, y así
superar la posición cómoda que podamos tener en algún momento. Mantener una
postura abierta en la vida frente a las situaciones inciertas y motivar cambios
en nuestra forma de pensar y actuar, permite que la experiencia de vida, sea
una experiencia educativa que transforma nuestro hacer y por tanto, construye y
define nuestro actuar.
Si la contingencia
significa dependencia, estar en relación con, debemos entender que no estamos
solos en la construcción de nuestros sueños y conquista de nuestro destino. La
inseguridad que produce estar frente a la inevitabilidad de la falla, debe
activar en nuestra mente la posibilidad de tomar acciones sin temor al castigo,
para crear oportunidades que releven aspectos inéditos de la realidad,
distinciones no preestablecidas que hacen avanzar la forma como reinventamos el
mundo y a nosotros mismos.
Si entendemos que la
vida y las organizaciones no son procesos secuenciales de acuerdo con una
sucesión cronológica de un calendario y llevada a cabo en un lugar
predeterminado, es posible entender que la contingencia es una realidad natural
que asiste a los seres humanos para encontrarse unos con otros, como la fuente
de un nuevo lenguaje que remonta las diferencias superfluas de clases o
condiciones, para lanzarnos a superar las certezas donde hemos sido educados, y
conquistar el imperio de la causalidad.
Aceptar que somos
seres contingentes, significa descubrir y revelar aquello que había estado
temporalmente oculto; es habilitar el “poder ser”, ese que avanza y retrocede,
que comprende y se confunde, que tiene encuentros y desencuentros; ese que
tiene más incertidumbres que certezas, ese plantea más posibilidades que
probabilidades; en pocas palabras, esa persona que sabe de la inestabilidad del
momento y del entorno donde opera para repensarse como participante creativo y
no como controlador de la naturaleza (Calvo, 2016, p.94).
El Editor.
Referencias
Colom, A.,
Sarramona, J. y Vázquez, G. (1994) Estrategias
de formación en la empresa. Madrid, España: Ediciones Narcea.
Calvo, C. (2016) Del mapa escolar al territorio educativo. Disoñando la
escuela desde la educación. La Serena, Chile: Editorial Universidad de la
Serena.
Super interesante tu nota de esta semana. Gracias por compartirla!
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