La palabra “poder”
es una palabra que generalmente resulta conflictiva y por demás problemática.
Tenerlo y usarlo de forma inadecuada, así como no tenerlo y requerirlo trae
muchos contratiempos y contradicciones. El poder puede ser una bendición que enaltece
y construye futuros impensables e igualmente una “enfermedad”, una pérdida de
firmeza personal y espiritual que compromete la salud mental y corporal de una
persona, pues se desconecta el mundo material del mundo trascendente.
El poder es una
fuerza que seduce nuestros deseos y motiva nuestros instintos. Tener la
capacidad de hacer cosas, de transformar mundos y vidas, es un ejercicio
personal, que, dominado por las pasiones del ego, es una sombra siniestra que
sólo ve en el otro una oportunidad para engrandecerse a sí mismo y alcanzar
gloria y reconocimiento sin mediar con el trabajo y las expectativas del otro.
"El poder basado en el ego, es inseguro e inestable, sólo sobrevive basado en la debilidad de los otros".
El poder basado en
una visión transpersonal, como lo propone Chopra (2014), es una potencia que “excede
lo personal”, un ímpetu que inspira y motiva a otros, una pasión que se funda
en la confianza, la compasión, la estabilidad y la esperanza, en pocas
palabras, en un ejercicio de compartir las expectativas de los demás para
construir cualidades y capacidades que los hagan dignos depositarios del mismo
poder, para hacer que las cosas pasen y motivar valores esenciales en cada uno de ellos para que superen
sus propios límites.
El poder basado en
la conexión interior se mantiene enfocado en lo correcto, en lo santo y sabio.
Desconcierta a todos los que lo ven actuar, la estabilidad de sus actuaciones
está articulada en su conocimiento interno, donde su único propósito es cómo
ayudar a otros a que sean mejores y las tentaciones de los cargos, sólo son
distracciones que sabe que estarán disponibles como plataformas humanas para
servir y conquistar nuevos retos con aquellos que han descubierto su vocación o
están en ese proceso.
Las tentaciones del
poder, argumenta Chopra (2014), se pueden superar haciendo consciente su
existencia; cuando se pueden integrar a la vida misma. En este sentido, no
habrá espacio para negaciones o luchas estériles, sino un ejercicio permanente
de armonía de contrarios, de tal forma que sea posible enfrentar la presencia
de las tentaciones, en un reconocimiento que somos naturaleza caída y que
tenemos la capacidad para sobreponernos sobre las circunstancias, entendiendo aquellos
secretos no revelados y apegos que nos fragmentan y no nos permiten ser uno con
el universo.
El poder
transcendente, que no tiene aspiraciones de elevación, sino de expansión, de
comunicación y sintonía con los otros, que acepta cada aspecto de la condición
humana, anota Chopra (2014). No existe un final para su viaje, entiende que la
naturaleza suele crear a través de la destrucción, que la integridad de la vida
depende de la reconciliación de las sombras y las luces, un ejercicio que
entiende que somos más que una versión “buena” y otra “mala”, en pocas palabras
de un poder que surge cuando conectamos nuestras vidas con la armonía del
cosmos que nos rodea.
Recuerda que sólo
podemos acceder al poder trascendente, que conecta lo humano y lo sagrado,
cuando somos capaces de desapegarnos de lo que hemos logrado, encender la
vocación de los otros y hacernos inmunes al deseo de controlar, al deseo de
ganar, al deseo de imponer y sobre manera al deseo de acumular.
El Editor
Chopra, D. (2014) El alma del liderazgo. Descubre tu potencial de grandeza. Bogotá, Colombia: Punto de Lectura.
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